Coyuntura
NUSO Nº 155 / Mayo - Junio 1998

Nicaragua. Revolución, restauración y futuro

En mayo de 1998 se realiza el Tercer Congreso del Frente Sandinista de Liberación Nacional para elegir una nueva dirección, hecho que marca el acontecer político del país. También, en julio se llevará a cabo un cónclave del Partido Liberal Constitucionalista, en el gobierno, que tratará de consagrar la tendencia del presidente Arnoldo Alemán como hegemónica. Ambas reuniones influirán en el devenir de la política nicaragüense durante los próximos años.

Nicaragua. Revolución, restauración y futuro

En mayo de 1998 se realiza el Tercer Congreso del Frente Sandinista de Liberación Nacional para elegir una nueva dirección, hecho que marca el acontecer político del país. También, en julio se llevará a cabo un cónclave del Partido Liberal Constitucionalista, en el gobierno, que tratará de consagrar la tendencia del presidente Amoldo Alemán como hegemónica. Ambas reuniones influirán en el devenir de la política nicaragüense durante los próximos años.

Situación política

La lucha de los sectores populares agudiza la inestabilidad de la sociedad. Las huelgas y convulsiones políticas agravan la situación económica del país. La política del gobierno ha sido la de desgastar los movimientos sociales, dejando que se movilicen y al mismo tiempo negándose a negociar hasta que la tensión político-social haya subido lo suficiente para señalar después ala intransigencia de los sectores populares como responsable de la inestabilidad. Estos últimos, desesperados ante el incumplimiento gubernamental, la pobreza y el desempleo, no han advertido que la variable del enfrentamiento a ultranza con el gobierno no les favorece a mediano plazo, ya que los aísla de los otros sectores sociales.

En este contexto de tensiones sociales, las clases medias habían aceptado temporalmente las crecientes privaciones a que las somete el plan de ajuste estructural sin reaccionar ni protestar, intuyendo que por la vía del enfrentamiento no lograban nada; a la vez, analizando la experiencia de la década pasada, no creen que el actual liderazgo político del FSLN pueda conducirla a una mejor situación. La huelga nacional de médicos puede dar lugar a una cierta recuperación del movimiento sindical e indica el inicio de rompimiento de la clase media con el gobierno liberal. El incremento de las contradicciones sociales, como producto del proceso de empobrecimiento acelerado de la población, puede favorecer un cierto resurgimiento de las protestas sociales, gremiales y la relativa inestabilidad de la democracia, pero no asegura un nuevo periodo de ascenso del movimiento sindical, social y popular.
 
La clase dominante ha reconstruido parte de su aparato gubernamental y refuerza por todos lados su hegemonía, hasta el punto de que las huelgas son olímpicamente ignoradas. Años atrás, eran un arma efectiva de los trabajadores para presionar por sus reivindicaciones. Ahora no. La clase dominante ha ido adquiriendo nuevamente la seguridad de antaño y ha comenzado a recomponer su aparato gubernamental que, a consecuencia de la revolución sandinista, se encontraba quebrado y agrietado. En 1998, ocho años después, actúa con aplomo sorprendente. Debido al debilitamiento del movimiento popular, los sectores más reaccionarios de la burguesía han recobrado vigor y el neosomocismo-somocismo –sin Somoza– ha reforzado su presencia política a nivel nacional. En ese contexto, la derrota electoral de 1990 ha sido la premisa más importante para el reforzamiento político de la reacción.

Estamos en una profunda crisis nacional por la recesión económica, por la falta de un Plan Nacional de Desarrollo y por el estancamiento de la agricultura, debido a la desproporción entre los precios de los productos industriales importados y los agrícolas producidos localmente. El programa de ajuste estructural ha acelerado la concentración, en beneficio de los barones de la vieja oligarquía, los grandes capitalistas y los nuevos e históricos banqueros; al mismo tiempo, ha empobrecido a los profesionales, a las clases medias y a los sectores populares. La desocupación y el empobrecimiento generalizados son elementos de la crisis nacional. Todas estas variables socioeconómicas se mueven en una época de reacción política, de retroceso social y debilitamiento de las organizaciones populares.

La política del libre comercio ha llevado a la bancarrota a numerosas fábricas pequeñas, retardando el crecimiento general de Nicaragua. El modelo económico comienza a modernizar algunos sectores del país, pero beneficiando casi exclusivamente a sectores de la clase dominante tradicional. Estamos muy lejos de la realización de los ensueños felices de la tecnocracia liberal, ya que la recuperación económica vigorosa no es segura. Los propios tecnócratas gubernamentales, aisladamente, no creen en una segura recuperación durable, sostenida y prolongada de la economía. Todos los indicios apuntan hacia la recuperación lenta y sin efectos multiplicadores visibles para los grandes sectores sociales empobrecidos. Existo la posibilidad de que la marcha de los acontecimientos obligue a ciertos sectores de la tecnocracia gubernamental a luchar contra el surgimiento de cualquier tipo de protesta social, lo cual lo aislaría paulatinamente de una parte de sus electores.

El FSLN se encuentra políticamente paralizado, sin opciones viables para los sectores populares ni concretas para recomponer al polo revolucionario. Esto se expresa no solamente en la existencia de corrientes y tendencias, sino y sobre todo, en la desconfianza de las bases populares en la táctica política implementada hasta ahora por el viejo liderazgo sandinista. Los sectores de la clase media y los más pobres, que votaron por el gobierno de Alemán, ya han tomado una posición hostil, pero también se mantienen indiferentes al FSLN; lo cual favorece a los políticos más reaccionarios del país (liberales constitucionales).
 
El Ejército, pese a su poder real y efectivo, no puede pretender un papel político independiente. Quince mil soldados, por más unidos y valientes que sean, no pueden dirigir una nación de un poco más de cuatro millones de habitantes, desgarrada por las más profundas contradicciones sociales y políticas que aún persisten en la sociedad. El Ejército representa sólo un elemento importante, pero no el decisivo, en el actual ajedrez político nicaragüense.

Las elecciones de la Costa Atlántica, de febrero de 1998, mostraron dos cosas importantes: el FSLN sigue siendo un partido de esperanza revolucionaria para un sector de la población; y el PLC, como movimiento de masas, es el partido de la desesperanza contrarrevolucionaria. Cuando la esperanza revolucionaria embarga a la mayoría de la masa de los sectores sociales empobrecidos, inevitablemente arrastra consigo por el camino de la revolución social a considerables y crecientes sectores medios. Las elecciones de la Costa Atlántica revelaron precisamente lo opuesto: la desesperación contrarrevolucionaria embargó a las clases medias, empobrecidas con fuerza tal que arrastró consigo a muchos sectores populares también en baja. La tendencia es al crecimiento de los sectores sin esperanzas en la revolución social, mientras que los que siguen creyendo en ésta se repliegan y reducen.

Las clases medias están políticamente divididas: el PLC ha nucleado a un sector importante bajo su bandera; por otro lado el ala progresista de las clases medias, que todavía tiene gran peso e influencia a sectores populares empobrecidos, desea una democracia en donde el sandinismo y los grupos de centro tengan un espacio político considerable. Por los resultados electorales, está claro que los sectores medios no esperaron desilusionarse otra vez más con respecto a la habilidad y capacidad de la actual dirección política del sandinismo a fin de mejorar su destino; se basan en las experiencias del pasado. Por eso se hace necesario para el sandinismo ejecutar un viraje táctico y de renovación en su liderazgo político. Las clases medias empobrecidas, aun cuando las circunstancias les inclinan al camino conservador, pueden volcarse a la posibilidad de la revolución social sólo cuando la simpatía de la mayoría de los sectores populares empobrecidos esté volcada hacia un sandinismo renovado, generador de nuevas esperanzas. Esta condición importantísima es la que falta. Es decir, los grupos medios se encuentran en estado de semi-paralización política, pero al mismo tiempo piden que se les resuelvan sus problemas principales: trabajo, techo y tortilla.

La contrarrevolución política y social se podrá volver decisiva e inevitable si el FSLN, incapaz de evaluar las consecuencias de la derrota estratégica de las fuerzas progresistas en las sucesivas elecciones, no impulsa un viraje político que permita la renovación sustancial de su actual dirección política, a fin de crear las condiciones para elaborar una nueva esperanza entre los grandes sectores empobrecidos de Nicaragua. El PLC se ha vuelto un peligro real como producto de la impotencia, del rol conservador y de las tácticas erradas de la dirección política del FSLN. El que lo niegue es un ciego o un fanfarrón. No importa cuan cierto sea que la política del FSLN permitió el florecimiento del PLC, de lo que sí estamos convencidos es que el «alemanisimo» (léase el somocismo de los 90) aparece como el peligro potencial para los mismos grupos hegemónicos del capital nicaragüense. Subestimar al PLC puede llevarnos a un desastre por muchos años más. Para crear las condiciones para un nuevo ascenso del movimiento social y tomar correctamente la curva de la evolución histórica, la dirección política del sandinismo tiene que ser perspicaz, más decidida y analítica; distinguir inmediatamente lo esencial de lo accesorio y evaluar científicamente la realidad social. Debe rechazar los restos de frases hechas y viejas consignas, reflejos de acontecimientos políticos y sociales pasados. Al contenido interior de dichas frases se lo ha llevado el viento de la historia y, de persistir en ello, no se construye el futuro de la revolución social.

Las crisis dentro del partido sandinista surgen en cada viraje político importante como preludio o como consecuencia de cambios políticos nacionales bruscos. La razón estriba en que cada periodo de desarrollo nacional, el partido tiene sus características especiales que implica determinados hábitos y métodos. Nuevas coyunturas nacionales demandan una nueva estrategia, lo que origina directamente choques entre tendencias y crisis interna. Si los virajes tácticos engendran habitualmente en el FSLN roces interiores, con mayor razón los cambios estratégicos deben provocar trastornos mucho más profundos. Ante el viraje brusco de la derrota electoral de febrero de 1990 y la derrota estratégica del socialismo real a escala internacional, el FSLN no ha podido adaptarse a la nueva situación. De ahí el surgimiento normal de las corrientes. Por eso son peligrosas las voces extremistas que impulsan la descalificación política o blanden la amenaza de la división para acallar las diferencias. Para evitar el triunfo de la derecha en las próximas elecciones se necesita la renovación de la dirección política, evitar la división y elaborar una plataforma unitaria capaz de renovar la esperanza de los sectores sociales empobrecidos.

El sandinismo amplio ha perdido la iniciativa política

Ocho años después de los resultados de las elecciones de febrero de 1990 el movimiento social y popular se mantiene en una fase de reflujo. Los sectores históricamente empobrecidos y los medios que se han empobrecido durante los últimos años, votaron por la contrarreforma social y política en las elecciones de 1996. Uno de los logros más importantes del gobierno es que, a pesar del deterioro de casi todos los indicadores sociales, no se ha iniciado una nueva etapa de ascenso del movimiento popular. La iniciativa política y económica continúa en manos de los impulsores de la contrarreforma.

El FSLN está sumergido en un debate interno necesario sobre la táctica y la estrategia a implementar en la actual etapa. Todas las tendencias están preocupadas por el futuro del FSLN: cómo recuperar los espacios políticos perdidos y buscar la mejor táctica a implementar para recuperar el poder en las elecciones. El meollo de las diferencias se encuentra en cómo reconcentrar las fuerzas políticas dispersas, a raíz de las derrotas electorales de 1996 y 1998, en la búsqueda de una opción de poder en el 2001.

Las pocas acciones de resistencia social y popular a las políticas del gobierno liberal han sido espontáneas, aisladas, circunstanciales, sin organización y sin orientación política de largo plazo. La actual dirección política del FSLN no ha sido capaz de abrir el debate interno que ayude a formular una estrategia que permita articular y combinar los diferentes focos de resistencia social y, al mismo tiempo, ubicarlos correctamente en la actual correlación de fuerzas políticas. Es urgente implementar una táctica para preservar los espacios políticos, sociales y económicos de las fuerzas progresistas a fin de retomar nuevamente la iniciativa política y social que supere las limitaciones actuales. Esto significa cambiar estilos de conducción, que sólo puede lograrse renovando sustancialmente, la actual dirección política.

La falta de una estrategia clara del sandinismo amplio, la frustración de la mayoría por falta de cumplimiento de todas las promesas electorales y la falta de un liderazgo alternativo creíble a los ojos de las mayorías silenciosas, han sido y pueden continuar siendo el caldo de cultivo de acciones aventureras y espontaneístas de los sectores populares; así como ha originado que sectores importantes de la población se transformen en la base social de la extrema derecha populista. El incremento del empobrecimiento no beneficia necesariamente al sandinismo amplio, sino que se ha transformado en una apatía política generalizada o punta de lanza de la extrema derecha nicaragüense. Para evitar que la derecha logre capitalizar el actual descontento social de la población, es imprescindible la renovación de los principales cuadros dirigentes del sandinismo.

Actualmente, en el sandinismo amplio encontramos tres corrientes principales de pensamiento:

Quienes piensan que todo está perdido y buscan afanosamente cómo pasarse al bando de los ganadores. Han renunciado a luchar por el socialismo democrático, e influenciados por la etapa de reflujo del movimiento popular consideran que el sandinismo no volverá al poder por la vía electoral. Debido a estos factores y al oportunismo político, deciden que es el momento de cambiar de bando para tratar de gozar de las prebendas del poder actual o futuro.

Los que, a pesar de la derrota del socialismo real y las cuatro derrotas electorales en los últimos ocho años, piensan que nada ha cambiado. Mantienen posiciones ortodoxas y rígidas en los métodos de lucha, y consideran la necesidad de sostener a toda costa el statu quo de la actual dirección política del FSLN. Los dirigentes de esta tendencia confunden éxitos coyunturales con estratégicos y sustituyen el análisis de la realidad por la retórica política que corresponde al periodo de la lucha en contra de la dictadura somocista y/o al discurso que se utilizaba durante el proceso revolucionario, que fue rechazado por la mayoría de la población a partir de las elecciones de febrero de 1990.
 
Quienes reconocen la derrota electoral como estratégica, hacen una autocrítica profunda y trabajan para elaborar planteamientos tácticos concretos e innovadores que permitan establecer nuevos objetivos políticos inmediatos que deben ser redefinidos en una discusión abierta al interior del sandinismo amplio. Esto no significa abandonar la lucha por una sociedad más justa y dejar de lado las reivindicaciones más sentidas por numerosos sectores de la población. Sencillamente, se considera que el sandinismo amplio tiene que adecuar sus tácticas a la realidad política que vivimos, y eso implica renovarse profundamente si se quiere volver al poder en 2001.

Debido a la ausencia de una discusión profunda y seria, y al mantenimiento del statu quo en los cuadros dirigentes, se ha perdido la iniciativa política y no se ha profundizado en el significado de la derrota estratégica de 1990. Precisamente, por mantener el inmovilismo es que no se ha hecho un análisis profundo de la coyuntura política y del rol futuro que el sandinismo amplio debe tener. Los pobres, la mayoría silenciosa, necesitan una nueva esperanza sin los escollos del pasado y con una nueva dirigencia congruente y rectificadora que no renuncie a sus principios, pero sabiendo canalizar los errores de la derecha y del gobierno, con el objetivo de establecer un nuevo consenso social con la población. Sin embargo, no se puede impulsar la renovación política si no va acompañada de una renovación ética y moral. Es decir, los nuevos cuadros dirigentes del sandinismo amplio tienen que surgir de las bases y no estar ligados a la «piñata».

El sandinismo necesita un cambio de rumbo

El Movimiento de Sandino conoció momentos culminantes que lo llevaron a la dualidad de poderes; sin embargo, los acontecimientos políticos posteriores lo condujeron a un profundo reflujo social y político. El FSLN llegó a su punto culminante en la década de los 90 y hoy existe el peligro de entrar en una larga noche del movimiento de masas. ¿Podrá el sandinismo hacer una radiografía del país, detectar los males que lo afectan y visualizar sus posibilidades? Nunca como ahora habían aflorado tan crudamente las tensiones internas que escondía el sandinismo amplio tras su fachada de solidez y estabilidad. Nunca como ahora había existido la posibilidad de conocer a políticos y empresarios sandinistas opinando sobre el porvenir del sandinismo.

La elite empresarial sandinista acepta el nacionalismo y una dosis de retórica izquierdista como parte de la religión partidaria, cuyos ritos deben seguirse aun cuando no crea en ellos. El poder político de los empresarios sandinistas al interior del partido es mucho más importante de lo que se reconoce públicamente. La tendencia es que después del Congreso de mayo de 1998 los empresarios pasarán a ocupar un lugar formal dentro de la estructura del partido y asumirán un protagonismo y representatividad cada vez mayor en los asuntos políticos nacionales. Los empresarios sandinistas creen que el dinero es importante y lo desean en grandes cantidades. También creen que es la única medida de éxito. ‘Un político pobre es un pobre político’ es la máxima de esta «nueva clase».
 
¿Cómo y con qué métodos el FSLN podrá llegar a la victoria electoral en 2001?,
¿con qué ritmo se movilizarán las masas? Todo ello no depende solamente de la situación objetiva de deterioro general de casi todos los indicadores socioeconómicos, sino también del estado anímico popular ante la profundización de la crisis, de la relación del FSLN con los sectores empobrecidos, de la relación entre los sectores pobres y las clases medias, etc. El FSLN se ha transformado en un aparato utilizado por la «nueva clase» para ésta continuar aferrada a importantes cuotas de poder. Sus diferentes tendencias, que habían tenido su origen en alianzas ideológicas, se mantienen unidas para defender intereses materiales. Estos lazos políticos han pasado a segundo plano con el transcurso de los años; ahora prima la defensa de intereses de ascenso económico y político.

Actualmente, no hay condiciones objetivas que aseguren al sandinismo un triunfo electoral en 2001. Una de las condiciones básicas es el estado de ánimo de la clase dominante, que se encuentra en ascenso y con la voluntad política de recomponer su hegemonía aunque no confíe plenamente en el gobierno liberal. Por otra parte, la población recién empieza a desprenderse de la esperanza generada por la campaña electoral del Partido Liberal y el discurso del cardenal Obando, pero debido a la herencia de la década pasada, no pueden evolucionar hacia el sandinismo con su viejo liderazgo como cabeza visible. La tercera condición es que la clase media no se mueve hacia el FSLN, sino que continúa votando a la derecha y extrema derecha, como se demostró en las elecciones regionales de la Costa Atlántica de febrero de 1998.

Así, nos encontramos ante una situación profundamente contradictoria para el FSLN. Factores sociales (el deterioro del nivel de vida de la población) crean la posibilidad de una victoria electoral del FSLN en 2001; sin embargo, factores políticos (la falta de renovación en la dirección política del sandinismo) y factores ético-morales (la «piñata») excluyen la posibilidad de su victoria en la próxima contienda electoral. Por otro lado, el FSLN tiene que estar claro que no puede darse el lujo de perder nuevamente en las elecciones de 2001 o carecer de un papel importante en el escenario político.

Vistas las condiciones políticas actuales, es posible prever la necesidad de establecer alianzas electorales con otros partidos políticos, con el fin de evitar que sectores importantes de la población apoyen la candidatura del PLC, producto de una campaña antisandinista, como sucedió en las elecciones de 1990 y 1996. Debido a que las masas populares, aunque exhaustas, mantienen cierta capacidad de respuesta, las clases poseedoras no se han librado del temor de nuevas convulsiones sociales. Esta fue la base objetiva para que los sectores de la derecha y extrema derecha nicaragüense se unificaran para las elecciones generales de 1996 buscando el agotamiento definitivo de las energías sociales y políticas de los sectores populares empobrecidos.

Teóricamente, se pueden considerar distintas variantes del futuro desarrollo político del FSLN teniendo en cuenta la actual situación política nicaragüense, según los factores objetivos, incluyendo tanto la táctica política de los adversarios, como la conducta del propio partido. Veamos esquemáticamente tres posibles variantes:

Bajo el influjo de los fracasos electorales en 1990, 1994, 1996 y 1998, el partido puede efectuar un giro hacia la izquierda, en dirección a la lucha directa por el poder. Lo que puede impulsarlo es la posible agitación en cierto sector del aparato burocrático del FSLN apoyando la desesperación e impaciencia de miles de personas empobrecidas (un poco más de tres millones) y en especial de los miles de jóvenes sin trabajo. El 50 de la población en el desempleo abierto y encubierto son jóvenes menores de 24 años. Dadas las condiciones nacionales e internacionales, esta opción conduciría, inevitablemente, hacia una derrota política catastrófica.

Otra variante es que la dirección política del FSLN, sin rechazar nada, intente empíricamente encontrar un camino intermedio entre los peligros del entendimiento coyuntural con el gobierno liberal y del enfrentamiento directo a ultranza. En esa política ecléctica, la dirección sandinista puede oscilar pendularmente entre el seguidismo de las gestiones gubernamentales y el aventurerismo de los sectores ultraizquierdistas del partido. La dirección política, por temor de tomar posiciones claras o conveniencias e intereses particulares de algunos de sus miembros, mantiene un doble discurso. Esta política oscilante subordina los intereses del partido y de las masas a los intereses económicos y de
«prestigio» de la «nueva clase» sandinista, lo que acentuará el proceso de desmovilización y despolitización lenta de sus bases que ha venido dándose desde febrero de 1990.

Una tercera variante es que el FSLN, a través de los esfuerzos de cuadros y elementos concientes, haga una apreciación cuidadosa y seria de la contradictoria situación política. En primer lugar, mediante una estrategia flexible y audaz que consiga unificar a la mayoría de las bases sandinistas y evitar así su dispersión. En segundo lugar, como partido fuerte y con la elaboración de un programa nacional alternativo, establecer alianzas con otros partidos políticos, representantes de otros sectores sociales y económicos, con el objetivo de impedir que la extrema derecha pueda acceder, nuevamente, al poder en las elecciones de 2001. Para implementar esta política, es necesaria una renovación profunda de los dirigentes del FSLN. Renovación que no solamente signifique rotación, sino incorporación de nuevos miembros a la dirección política del partido.

Managua, mayo de 1998


En este artículo
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 155, Mayo - Junio 1998, ISSN: 0251-3552


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