La República de Haití, nacida en circunstancias únicas en la historia mundial, vive, también, desde entonces, una situación deplorable desde muchos puntos de vista. Los numerosos estudios e investigaciones efectuados para determinar las causas de las desgracias del país no han subrayado suficientemente los repetidos fracasos sufridos por el pueblo haitiano en su lucha por darse un gobierno de su propia elección. Con la sola excepción del Ilustre fundador, Jean Jacques Dessalines, quienes han detentado, o mejor dicho usurpado, el Poder en Haití no han tenido jamás una real preocupación por el bienestar material y espiritual de la Nación. El abandono administrativo provocado por la falta de cuadros y la despreocupación de las élites han contribuido a mantener a la gran mayoría de los haitianos en un nivel de vida muy bajo. La mala distribución de nuestros recursos económicos aumenta a ritmo acelerado las distancias existentes entre una minoría realmente acomodada e instruida y una aplastante mayoría sumergida en la miseria y en la degradación.