Opinión
abril 2011

¿Misión cumplida? El fracaso de la comunidad internacional en Haití

El 20 de marzo se realizó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Haití. En el ballottage participaron el cantante Michel Martelly y la ex primera dama Myrlande Manigat. Finalmente ganó el cantante con 68 % de votos; nada caracteriza mejor la profunda división de la sociedad haitiana y la profunda desconfianza que la población demuestra a los intelectuales y los políticos. Sobran las razones para ello. Las condiciones de vida de la población son tan malas como siempre: más de un año después del terremoto la prometida reconstrucción aún no ha comenzado; más de un millón de personas siguen viviendo en campos de refugiados, muchos de ellos ya comenzaron a construir allí sus casas. La devastadora epidemia de cólera ha causado hasta ahora 4.500 muertos y todavía no se avizora el fin.

<p>¿Misión cumplida? El fracaso de la comunidad internacional en Haití</p>

El 20 de marzo se realizó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Haití. En el ballottage participaron el cantante Michel Martelly y la ex primera dama Myrlande Manigat. Finalmente ganó el cantante con 68 % de votos; nada caracteriza mejor la profunda división de la sociedad haitiana y la profunda desconfianza que la población demuestra a los intelectuales y los políticos. Sobran las razones para ello. Las condiciones de vida de la población son tan malas como siempre: más de un año después del terremoto la prometida reconstrucción aún no ha comenzado; más de un millón de personas siguen viviendo en campos de refugiados, muchos de ellos ya comenzaron a construir allí sus casas. La devastadora epidemia de cólera ha causado hasta ahora 4.500 muertos y todavía no se avizora el fin. La gran pregunta es si Martelly lo podrá hacer mejor. Muchos lo dudan. “Sweet Micky“, como lo llaman sus fans, ya anunció que convertirá al ex dictador Maurice Duvalier en su asesor personal. Muchos temen que los ton ton macoutes, la policía de los Duvalier, vuelvan a cobrar vida. Martelly, devoto del vudú, sostiene un discurso populista que impacta en los haitianos: durante su campaña, por ejemplo, se comprometió a ofrecer educación gratuita para todos. Muchos intelectuales, por el contrario, temen que el nuevo presidente instale un gobierno autoritario. Elecciones a cualquier precio Las dudas sobre la posibilidad de realizar elecciones después del desolador terremoto de 2010 fueron desplazadas a un segundo plano; la desastrosa gestión de la crisis por parte del gobierno de René Preval empujó a la comunidad internacional, sobre todo a la ONU y a Estados Unidos, a celebrar los comicios a cualquier precio. Y muchos donantes condicionaron la entrega de ayuda a la elección de un nuevo gobierno. La Minustah (Misión de las Naciones Unidas destinada a la estabilización de Haití) tiene en esto un rol clave. Basada en su mandato ampliado, su tarea es fortalecer la democracia y crear un entorno en el que sean posibles elecciones democráticas. Esto implica también el apoyo del Consejo Electoral Provisonal de Haití, que es de una “provisionalidad permanente“ y no se corresponde con los requerimientos constitucionales planteados y necesarios para un Consejo Electoral de carácter independiente. En este aspecto no se tuvieron en cuenta las enseñanzas de los años anteriores: no había una comisión electoral independiente y en condiciones de funcionar; tampoco existía un sistema de resolución de conflictos que actuara por encima de los partidos políticos; faltaban medidas eficientes y generadoras de confianza a nivel local e internacional. Aunque que la Minustah y la OEA habían declarado que todo estaría listo para los eleciones, la primera vuelta se convirtió en un desastre organizativo. Cientos de miles de haitianos acudieron a los colegios electorales pero no pudieron votar porque sus nombres no estaban registrados en las listas de electores. Al anochecer sólo había votado 1,1 millón de personas de un total de 4,6 millones de votantes...¡menos del 23%! Sin embargo, la Minustah, la OEA y la Comisión Electoral Nacional declararon que las elecciones habían sido bastante satisfactorias, pese a la opinión contraria de 16 de los 18 candidatos registrados. Martelly y Manigat cambiaron de opinión luego de una conversación confidencial, en la que el jefe de la Minustah les aseguró a ambos que irían al ballottage. Es asombroso que esto sucediera el lunes siguiente a las elecciones pese a que sólo una ínfima parte de los votos habían sido contados hasta ese momento. Luego de que una semanas mas tarde la OEA recomendara la exclusión de la segunda vuelta de Jude Celestin, candidato del partido de gobierno, el presidente Preval jugó a ganar tiempo y se negó a sacar a su candidato de la carrera electoral. Reaccionó con una contraestrategia típica suya: elevando el potencial de caos en el país. Así, el sorprendente regreso del ex dictador Duvalier en medio del caos electoral puede ser interpretado como una jugada de Preval. Seguramente, la llegada tras siete años de exilio del ex presidente Aristide, antiguo mentor y compañero de luchas políticas de Preval, tampoco fue una casualidad a sólo cuatro días de la segunda vuelta de las elecciones. Con Aristide y Duvalier se encuentran ahora en Haití dos protagonistas políticos que ya desestabilizaron el país reiteradamente y que difícilmente se sentarían a la misma mesa con el nuevo presidente electo para discutir las mejores alternativas en favor de la reconstrucción. En este contexto, el pronóstico de la Minustah de que la estabilidad política y la firmeza de la democracia en Haití “dependerán en gran medida de la participación del mayor número de ciudadanos” no parece posible en la realidad haitiana. Muchos militares, poca democratización La Minustah es la quinta misión de paz de las Naciones Unidas en Haití. Está en el país desde 2004 y se compone de 12.300 uniformados, 8.900 de ellos son soldados y 3.300 policías. Tiene una misión que va más allá del mantenimiento de la seguridad pública; su misión más amplia prevé fortalecer la democracia y crear un entorno en el que puedan celebrarse elecciones democráticas. Pero para cumplir esa misión dispone esencialmente es de personal militar, que en general ni siquiera cuenta con conocimientos lingüísticos básicos para comunicarse con la población. Siete años después el balance es más que exiguo: el país no dispone de una policía nacional capaz de garantizar a la seguridad de sus ciudadanos ni se ha logrado garantizar el desarrollo ordenado del proceso electoral. Las instituciones democráticas son más débiles que nunca, y el proceso electoral -en el que abundaron las intervenciones de los actores internacionales- dañó aún más la imagen de la democracia en Haití. Por otro lado, si se confirma que la Minustah es la fuente del brote de la epidemia de cólera, ello cuestionará seriamente la legitimidad de la misión. La Minustah está tan desacreditada en Haití que en gran medida ya no es capaz de cumplir con su misión. Aun con el nuevo presidente electo, en Haití sigue faltando todo lo que significa una democracia: una burocracia transparente y medianamente eficiente, capaz de darle seguimiento administrativo a la reconstrucción del país; infraestructura en condiciones, algo esencial para que pueda funcionar la reconstrucción; un sistema de educación eficaz que facilite así la participación; y sobre todo el recurso más importante para una democracia, la confianza. La confianza en la democracia se ha perdido entre muchos haitianos. Por desgracia también la confianza en que actores externos puedan hacer un aporte positivo al desarrollo del país. Los ministros de defensa de la Unasur acordaron el 11 de marzo la creación de una comisión que inicie un diálogo con la sociedad haitiana con el fin de discutir el futuro del mandato de la Minustah. Se trata de una nueva señal y quizás sea un primer paso hacia una nueva relación con Haití. Sin embargo, la comunidad internacional, sobre todo la ONU, tendrá que entender que la celebración de elecciones no es una garantía de democratización y estabilidad sino que también puede contribuir a la desestabilización y, en el peor de los casos, a una escalada de la violencia. Las elecciones en Haití han desacreditado profundamente la imagen de los esfuerzos para la democratización del país.Escribe aqui el texto del articulo



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