Opinión
noviembre 2011

Mil y una explicaciones del «modelo» argentino

La presidenta argentina Cristina Kirchner se encuentra ante una situación inédita en la historia política reciente del país: iniciará un segundo mandato, el tercero liderado por el sector político que encabeza, con el mayor respaldo electoral registrado desde la recuperación democrática de 1983. La jefa de Estado es además la única en el país que ha visto a su partido recuperarse de una derrota en una elección legislativa, para luego imponerse en comicios generales. Y lo hizo con una distancia de las opciones opositoras que casi la ubica en el escalón de apoyos obtenido por la fórmula Perón-Perón, en 1973. Las explicaciones sobre los motivos de esta situación sin antecendentes resultarán siempre incompletas, pero es posible enumerar algunas que vayan más allá de pensar que sólo la “empatía” lograda a partir de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner o un “boom” de consumo de bienes durables son los elementos que están en la base del actual escenario.

<p>Mil y una explicaciones del «modelo» argentino</p>

La presidenta argentina Cristina Kirchner se encuentra ante una situación inédita en la historia política reciente del país: iniciará un segundo mandato, el tercero liderado por el sector político que encabeza, con el mayor respaldo electoral registrado desde la recuperación democrática de 1983. La jefa de Estado es además la única en el país que ha visto a su partido recuperarse de una derrota en una elección legislativa, para luego imponerse en comicios generales. Y lo hizo con una distancia de las opciones opositoras que casi la ubica en el escalón de apoyos obtenido por la fórmula Perón-Perón, en 1973.

Las explicaciones sobre los motivos de esta situación sin antecendentes resultarán siempre incompletas, pero es posible enumerar algunas que vayan más allá de pensar que sólo la “empatía” lograda a partir de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner o un “boom” de consumo de bienes durables son los elementos que están en la base del actual escenario. 1.Por un lado, el kirchnerismo le plantea a la sociedad una visión inteligible del país y del mundo, que responde a demandas y estados de ánimo sociales que surgieron con fuerza con la gravísima crisis económica de 2001. Las políticas que apuntan a reforzar las relaciones con los países de América del Sur, que ponen límites a la injerencia de los Estados Unidos en la región y, sobre todo, que ubican al Estado en el centro de la escena política y económica son recibidas de manera favorable por los votantes del oficialismo pero también más allá de él.

2.Desde que la presidenta Kirchner tocó su piso de popularidad tras el enfrentamiento oficialista con el sector agropecuario por el manejo de sus excendentes de exportación -conflicto que, a la vez, consolidó a una “minoría intensa” dispuesta a defender al kirchnerismo-, su gobierno adoptó una serie de medidas de notoria relevancia. Estatizó los fondos de jubilaciones y pensiones, al igual que la línea aérea de bandera; impulsó una norma que actualiza en forma automática dos veces por año los haberes jubilatorios (medida que llegó luego de la ampliación de la cantidad de beneficiarios); logró la aprobación de una ley de Medios Audiovisuales que limitó el poder de los Grupos económicos del sector; impuso la Asignación Universal por Hijo (AUH), que se traduce en 50 dólares mensuales por hijo para familias pobres o con empleos precarios, y consagró el matrimonio entre personas del mismo sexo.

3.Durante la crisis económica global de 2008-2009, pero también en los años posteriores, el gobierno nacional adoptó medidas para sostener los niveles de actividad, empleo y consumo. Entre ellas, mantuvo y amplió niveles de gasto público, lo que incluyó obras de infraestructura y servicios sociales. Además, sostuvo los mecanismos de discusión salarial en paritarias, que benefician a los trabajadores “en blanco” y sindicalizados, al tiempo que actualizó los niveles de salario mínimo, lo que también impacta de manera positiva en los puestos de trabajo informales.

4.Por otra parte, la presidenta impulsó la realización de festejos por el Bicentenario de la Revolución de Mayo, en los que el Estado dio un marco amplio y no partidista a la presencia de centenares de miles de argentinos en las calles de las principales ciudades del país.

5.El gobierno argentino redobló el impulso a los juicios a acusados de cometer delitos de lesa humanidad durante la última dictadura militar.

6.Tras la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, la jefa de Estado dio señales de retener el liderazgo político al imponer reformas estatales (creación del ministerio de Seguridad) y decisiones políticas al interior del actual partido de gobierno (diseño de la estrategia electoral del oficialismo).

7.A través de políticas públicas específicas, como la creación de un ministerio de Agricultura, el gobierno nacional reformuló su relación con ese sector productivo.

8.Por último, pero no por ello menos importante, la presidenta desarrolló formas de comunicación más cercanas y directas con la sociedad a través de sus discursos y presentaciones públicas. Esto se vincula a su vez con la idea de lo que la ensayista Beatriz Sarlo -crítica del Gobierno nacional- ha identificado con una “hegemonía cultural” por parte del kirchnerimso, en el sentido del desarrollo de “una trama donde se entrecruzan política, cultura, costumbres, tradiciones y estilos”. En las últimas elecciones nacionales la oposición no logró presentar con claridad una visión de país alternativa a la del gobierno. Es notable que el Frente Amplio Progresista (FAP), que se ubicó en segundo lugar en las elecciones, casi un 40% por debajo de Cristina Kirchner, respaldó varias de las medidas económicas clave aplicadas por el gobierno nacional en los últimos años. La fuerza liderada por Hermes Binner resaltó que su “principal punto de confrontación” con el gobierno “es fundamentalmente político”, aunque sin ensayar un antagonismo completo. A su vez, el PRO, encabezado por el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri -el sector que más diferencias públicas suele marcar con la visión del oficialismo a través de propuestas a favor de la desregulación de los mercados, un rol más atenuado para el Estado, una relación más distante con América Latina y más cercana con Europa y los Estados Unidos-, decidió no presentar una candidatura presidencial. En ese contexto político inédito en la historia reciente del país, ¿cuál es la “hoja de ruta” que se podría prever para el kirchnerismo? ¿Qué ocurrirá en los hechos ante el desafío de impulsar una dinámica que el oficialismo denomina “profundización del modelo”? Por un lado, el gobierno tendrá la responsabilidad de mantener la estabilidad económica ante el impacto que pueda tener en el sector productivo local la crisis financiera internacional. Esto significa sostener niveles aceptables de empleo, consumo y actividad, y mantener bajo control una variable que ha cobrado peso en los últimos años: la inflación. La Argentina es un país que registró crisis monetarias, bancarias, comerciales y cambiarias de gran magnitud en 1989 y 2001 con consecuencias muy negativas para los sectores populares en términos de sus niveles de ingreso real. Evitar un escenario de ese tipo será una prioridad número uno para la “segunda gestión” de Cristina Kirchner. Seguramente la estrategia del gobierno se basará en un tipo de pragmatismo que guarda algunas similitudes con el que Dani Rodrik conceptualiza -al referirse a algunos países asiáticos- como “enfoque productivista”. En palabras del economista de Harvard, esos Estados “conducen las políticas monetarias, cambiarias y financieras pensando principalmente en el sector real (y no en las variables nominales). La estabilidad de precios es un objetivo importante pero no más importante que el empleo”.

En ese marco, la coordinación que la Argentina logre con el resto de Sudamérica será clave en un contexto en el que los países del cuadrante noroeste del mundo no encuentran respuestas sólidas para la crisis internacional. Sumado a esto, la capacidad de influencia regional de la presidenta Cristina Kirchner luego de la proeza política que logró en la Argentina podría verse ampliada. El nivel de diálogo directo que logre con su par brasileña, Dilma Rousseff, será capital para América del Sur, en momentos en que los gobiernos de “centroderecha” de la región se encuentran en una situación muy particular: Juan Manuel Santos liderando un lento viraje de “regreso al Sur” y Sebastián Piñera inmerso en una crisis política de proporciones.

Por otra parte, el gobierno argentino ha hecho explícitas sus metas en materia productiva. Al anunciar el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial anunció que apuntará a lograr que en diez años la Argentina alcance una producción de granos de 157 millones de toneladas (frente a las 100 millones actuales) y que la producción de carne se incremente en un 70 por ciento. De igual modo, el Plan Estratégico Industrial 2020 determinó como metas crear un millón de nuevos puestos de trabajo, elevar el superávit comercial en 28 mil millones de dólares y lograr que la inversión alcance el 28% del Producto Interno Bruto. Se trata de grandes desafíos. La “profundización del modelo” en materia social enfrenta obstáculos relevantes, similares a los que se registran en otros países latinoamericanos, aún luego de los últimos años de avances en ese aspecto. Así, será necesario implementar políticas para que la disminución de la pobreza también se traduzca en una reducción de la desigualdad, achicar todavía más los niveles de trabajo precario y lograr que los aumentos de fondos destinados a servicios sociales permitan lograr una mayor calidad en las prestaciones (educación, salud). Sobre la base de la mejora de la situación de empleo y alimentaria de la mayoría de la población durante los últimos períodos de gobierno, todos los aspectos que hagan a la mejora del hábitat urbano en cuanto a vivienda y acceso a servicios públicos básicos estarán también en la agenda de demandas de una sociedad que apunta a que sus hijos tengan una perspectiva más estable y con mejor calidad de vida. Es posible que dar cuenta de estas demandas implique más bien una “sintonía fina” en las políticas públicas ya existentes y en la capacidad estatal, antes que “grandes medidas estructurales”, como las que se registraron en la década posterior a la crisis de 2001. Sería posible, a nivel del análisis, plantear una agenda de reformas pendientes de cara a seguir desmontando un entramado neoliberal, que en Argentina comenzó con la dictadura militar en 1976, y que se profundizó con las políticas de los años '90. Ante ese panorama, la capacidad política de la presidenta Kirchner para mantener su liderazgo al interior del peronismo y de sumar a la vez, como lo ha hecho, el apoyo político de sectores “independientes” del electorado en las grandes ciudades del país y en aquellas regiones que basan su economía en el sector agropecuario será clave para el mediano plazo. El inicio de un segundo mandato, sin posibilidad de reelección, pondrá además en el centro de la escena la cuestión de cómo desarrollará el kirchnerismo una estrategia de “sucesión política” que permita, en palabras de Kirchner, una “continuidad de proyecto político, de nación y de país”. Se trata esta última de una tarea que nunca ha sido simple para el peronismo. Con recursos políticos que le permiten pensar en “el bronce” o en cómo la recordarán “los libros de historia”, la presidenta Kirchner no deberá descuidar el corto plazo político y la estabilidad de su propia gestión, en un país donde -como en toda América Latina- las demandas sociales se multiplican y los sectores con alta capacidad de influencia política y económica están siempre dispuestos a poner obstáculos a cualquier tipo de reforma de cara a una sociedad más democrática y con más justicia social. * Politólogo (UBA) y Magíster en Sociología Económica (IDAES-UNSAM), es uno de los editores del blog colectivo http://artepolitica.com

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