Tema central
NUSO Nº 203 / Mayo - Junio 2006

La relación sino-latinoamericana, entre la práctica política y la investigación académica

Silenciosa, permanente, de bajo perfil y ajustada a objetivos estratégicos, la política exterior de China hacia América Latina y el Caribe se ha ido modificando en los últimos años. Sin perder de vista sus grandes metas (convertir al país en un actor central del escenario internacional), la nueva estrategia tiene un costado poco explorado: la fuerte interacción entre la política exterior y el conocimiento que se genera en los centros de investigación y los think tanks. El artículo repasa la producción teórica china sobre América Latina y refleja la evolución de las inquietudes de las elites de ese país, hoy interesadas en estudiar los efectos de las reformas económicas de los 90, el crecimiento del desempleo y la desigualdad social, como un modo de extraer lecciones aplicables a su propia realidad.

La relación sino-latinoamericana, entre la práctica política y la investigación académica

Fundamentos de la acción político-diplomática china

La comprensión de los fundamentos y principios que rigen la acción político-diplomática china permite entender las lógicas con que opera en América Latina y el Caribe. En primer lugar, deben considerarse las aspiraciones chinas de ampliar su influencia en el sistema internacional a medida que construye poder político, económico y militar. Desde la perspectiva china, el estilo y las prácticas aplicadas para el logro de este fin se diferencian claramente de las difundidas en Occidente. Las funciones de representación, comunicación e información, típicas del accionar diplomático occidental, apuntan a resolver problemas concretos; en cambio, la persistencia de una tradicional visión de largo plazo exige a los planificadores de política externa y estrategas económicos chinos la definición previa de principios generales sobre la base de los cuales ajustar acciones, decisiones, estrategias de negociación y resolución de problemas. Desde esta perspectiva, es posible comprender la persistencia y la estricta sujeción de China a tradicionales enfoques sobre derechos humanos, proliferación nuclear, resolución de controversias internacionales y seguridad global.

Un segundo aspecto por considerar es el carácter gradual y progresivo con que se manifiesta el despliegue de capacidades por parte de China en el mundo, y en particular en América Latina y el Caribe. Esta concepción subyace a las prioridades fijadas por región, a la definición de estrategias convergentes, a la necesidad de captar apoyos por parte de actores gubernamentales (aunque representen fuerzas políticas e ideológicas distintas) y, fundamentalmente, a la búsqueda de relaciones con actores sociales considerados relevantes (partidos políticos, sindicatos, organizaciones profesionales, empresarios). También se manifiesta en el interés por ganar la «simpatía de la gente», es decir una alta valoración social, maximizando los beneficios derivados de sus reconocidos atributos como cultura y civilización (soft power). Tanto para los planificadores como para los ejecutores de la política exterior china, los detalles son relevantes y la aproximación sutil –y no la generalización– es la clave; el bajo perfil es una regla inviolable y la alta exposición pública se considera negativa.

La historia guía la definición de la política exterior china. Frecuentemente, quienes hemos estudiado en China escuchamos de nuestros colegas el sabio consejo relativo a la necesidad de explorar en el pasado las certezas y dilemas del presente. Recurrir a la tradición para no cometer errores demuestra que la sabiduría extraída de la experiencia aún posee un valor capital para la mentalidad china, aplicada a la evaluación y el análisis del sistema político y económico mundial.

A partir del inicio de las reformas económicas, en 1979, la diplomacia, entendida como un escenario de confrontación para el logro de reconocimiento internacional, ha sido dejada de lado, y sus determinantes ideológicos han perdido relevancia. En su lugar, los recursos y las capacidades se reorientaron al logro de objetivos de desarrollo pacífico (peacefull development) que permitan a China consolidar su ascenso en la jerarquía de poder mundial durante el presente siglo. De esta forma, en una era de cooperación y consenso, la buena voluntad y la cooperación priman sobre los esfuerzos aplicados a resolver conflictos bi- o multilaterales. Uno de los escenarios donde mejor se manifiestan estas tradiciones, y la sostenida voluntad cooperativa por parte de China, es América Latina y el Caribe.

Perfiles de una relación histórica

Trazar una perspectiva general de las relaciones sino-latinoamericanas implica asumir su desarrollo y evolución como resultado de un ejercicio histórico de contactos culturales y diplomacia bilateral y multilateral. Aun en tiempos del Imperio Chino, la ausencia de Estados nacionales en la región no fue impedimento para que las potencias coloniales (España, Portugal, Gran Bretaña) unieran costas distantes como parte de la lógica imperial del comercio. El resultado fue no solo el reconocimiento de identidades diferentes, sino la posterior recepción de emigrados chinos, que llegaron al continente en reemplazo de la mano de obra esclava negra. Así, durante el reinado de la última dinastía (los Qing, 1644-1911), China y nuestra región encontraron un punto de contacto, sensible y profundo, en la presencia de chinos expulsados del imperio en decadencia. Los nexos territoriales establecidos mediante el comercio entre China y México (bajo dominio español) y entre Macao y Brasil (bajo dominio colonial portugués) constituyen registros históricos de una vinculación geográfica, cultural y comercial temprana. Se trata de vínculos permanentemente citados por analistas chinos y latinoamericanos para explicar los fundamentos de una relación que, desde mediados del siglo XX, comenzó a cobrar mayor intensidad.

Desde el inicio de la Guerra Fría hasta mediados de los 70, las relaciones se mantuvieron políticamente distantes debido a las restricciones impuestas, tanto a los Estados latinoamericanos como a China, por el sistema bipolar de orden mundial. Con excepción de Cuba, América Latina y el Caribe se encontraron condicionados en su inserción externa por los imperativos de la potencia dominante (Estados Unidos), al igual que China en el marco de su puja ideológica y estratégica con Washington y Moscú. En este periodo, la región fue determinante para los objetivos de China, que intentaba sumar el apoyo político del Tercer Mundo: las economías en desarrollo, aquellos países ideológicamente díscolos y enfrentados con la Unión Soviética, y los países «no alineados». El objetivo era, por medio de este sofisticado sistema de alianzas, legitimar su posición internacional, presionar por reconocimiento diplomático, sortear la contención internacional a la que se veía sometida, propagar la práctica revolucionaria campesino-maoísta y constituirse en contrapoder frente a la URSS y EEUU. Como respuesta, China desplegó en América Latina y el Caribe una activa diplomacia «no oficial» que buscaba establecer contactos con sectores empresarios y fuerzas políticas que simpatizaran con su modelo revolucionario. La obligada contención a la que eran sometidos los Estados latinoamericanos comenzó a resquebrajarse en 1970, cuando el chileno Salvador Allende reconoció el gobierno de Beijing. Luego, cuando en 1971 Richard Nixon normalizó las relaciones con su antiguo adversario, se produjo la apertura de fronteras diplomáticas y los países latinoamericanos más importantes establecieron vínculos oficiales con la República Popular China. Paradójicamente, fueron gobiernos militares los que otorgaron el preciado reconocimiento a Beijing: pese a las diferencias ideológicas entre los regímenes militares de derecha y un país gobernado por «dirigentes marxistas», el deshielo de todos modos se produjo, y América Latina descubrió nuevas oportunidades políticas y económicas tras la «cortina de bambú». El eje formal de vinculaciones permitió a las desprestigiadas dictaduras latinoamericanas ampliar sus respectivos márgenes de acción internacional, mientras que le aportó a China un gran capital político, que luego volcaría a su favor en desmedro de Taiwán. Argentina es un ejemplo concreto de esta nueva situación: en 1972, un gobierno militar estableció relaciones diplomáticas con China; después, sucesivos gobiernos de facto profundizaron los vínculos políticos y económicos bilaterales. Con el fin de la Guerra Fría, los factores político-ideológicos perdieron relevancia; la desideologización de la política exterior china, la distensión global y el auge del proceso de globalización brindaron un marco propicio para la expansión de las relaciones sino-latinoamericanas, centradas ahora en aspectos económicos. China, que atravesaba fuertes reformas económicas, y América Latina, sometida a reformas estructurales, coincidieron en la necesidad de explotar complementariedades para aumentar el intercambio económico y la radicación de inversiones y avanzar en una sociedad que neutralice la consolidación de asimetrías de poder Norte-Sur. En síntesis, la trayectoria histórica sugiere siglos de contactos entre China y América Latina y el Caribe. En los tiempos modernos, a pesar de los cambios en el sistema internacional y en el plano interno, los principios que guían la acción china siguen vigentes. La región es considerada parte del mundo en desarrollo, y comparte con China aspiraciones similares respecto a salvaguardar la paz mundial y promover el desarrollo conjunto. Desde este punto de vista, es parte importante de la política exterior china –diplomacia omnidireccional y multipolar–, orientada a sostener la paz y la estabilidad internacional.

Constantes y variables

Como ya se señaló, la estrategia china hacia América Latina puede analizarse a la luz de constantes y nuevos elementos provistos por diferentes realidades políticas. Entre las principales constantes, se destacan la tradicional visión de los países latinoamericanos como parte del mundo en desarrollo, la permanente búsqueda de apoyo en las dirigencias nacionales y fuerzas políticas consideradas «progresistas» (no identificadas necesariamente con sectores nacionales de izquierda), la historia compartida en el marco del no alineamiento internacional y la militancia antihegemónica, el apoyo a la movilización cooperativa Sur-Sur y la subyacente crítica a la acción dominante desplegada por EEUU.

Otra constante importante en las relaciones es la disputa político-diplomática con Taiwán. Sin dudas, en la estrategia china de presión internacional y reducción de márgenes de maniobra externa de Taiwán, la región aparece como el principal escenario de conflicto, ya que los países de América Central representan el mayor capital político internacional con que cuenta Taiwán. Finalmente, hay que agregar que China ha considerado históricamente a América Latina como un reservorio de materias primas, alimentos y recursos naturales. El patrón de intercambio comercial y de inversiones refleja este interés: minería y forestación (Perú y Chile), pesca y petróleo (Argentina y Venezuela), mineral de hierro y acero (Brasil), producción de alimentos (Brasil, Chile, Argentina y Perú) y minería (Perú, Colombia, Chile).

China en el actual escenario latinoamericano

Pero no todas son constantes en la política exterior china. Hoy la poderosa economía ha cambiado a los militantes revolucionarios maoístas, que durante los 60 y 70 buscaban en el exterior apoyo político y económico, por atildados políticos y tecnócratas, muchos de ellos formados en universidades estadounidenses, y expertos latinoamericanistas que proveen información estratégica a distintos think tanks gubernamentales y empresas. China aumentó sus capacidades de comprensión de la realidad latinoamericana; nuestra región, en cambio, no ha seguido el proceso con la misma intensidad.

Es que, si bien persisten los objetivos generales ya expuestos, el diseño y la implementación de la política exterior hacia América Latina y el Caribe se ajustan hoy a factores diferentes de los del pasado. En primer lugar, el escenario político latinoamericano revela las dificultades que enfrenta EEUU para imponer la pax americana en el mundo. El frente común entre países asiáticos post crisis, las dificultades en Oriente Medio, los problemas para imponer su visión rectora en los asuntos mundiales y la oposición que enfrenta en la mayoría de los países latinoamericanos (por ejemplo, ante el ALCA), forman parte del cuadro de restricciones con que opera la potencia hegemónica, tanto en el ámbito mundial como regional.

El «vacío diplomático» dejado por Washington en su guerra contra el terrorismo internacional y las fuertes críticas a las políticas que impulsó EEUU en América Latina durante los 90 otorgan a China mayores grados de libertad para insertarse exitosamente en la región. El debate se ha instalado: ¿esta lógica operacional supone una confrontación directa con EEUU? Al respecto, las opiniones están divididas. Analistas chinos, e incluso estadounidenses, coinciden en señalar que Beijing busca demostrar su capacidad de maniobra e influencia como actor global en un área geográficamente alejada y no considerada de «interés estratégico»: así como EEUU actúa en la periferia china (en las repúblicas centroasiáticas, en Xingjiang), China es capaz de hacerlo en la periferia estadounidense, en Venezuela y Cuba. Como argumento central, esta posición sostiene que la diplomacia china no opera bajo lógicas de confrontación directa, sino que es envolvente, indirecta, e intenta ocupar espacios cedidos por contendientes y servirse del mayor número de interlocutores posibles (no solo gobiernos) para el logro de sus objetivos.

EEUU observa con cautela la irrupción de China en la trama política y económica latinoamericana. Las reacciones, sin embargo, no traducen preocupaciones centrales en materia de seguridad, sino que se orientan al posible impacto en la calidad institucional de las frágiles democracias de la región. Ante esta situación, la dirigencia china, preocupada por la posición de Washington y sensible a los temores estadounidenses, asume que su papel no debe alterar el equilibrio de poder a su favor, generar interferencias en los sistemas políticos latinoamericanos (principio de no intervención), ni sensibilizar a los planificadores de políticas estadounidenses sobre un accionar chino opuesto a sus intereses. Por el contrario, la activa inserción china en América Latina puede ser un factor de estabilización política. Al proveer un horizonte de crecimiento económico para la mayoría de las economías latinoamericanas gracias a la sostenida demanda de bienes y recursos disponibles en la región y a las perspectivas de inversión en sectores productivos, China ayuda a generar riqueza, moderar las tensiones sociales y reducir los altos niveles de conflictividad social.

En la actualidad, el accionar chino se ha visto claramente favorecido por un escenario político latinoamericano caracterizado por las reacciones contrarias a la herencia de las últimas décadas, con sus negativas secuelas sociales y la orientación en política exterior en «estrecha sintonía» con los intereses estadounidenses. Para la dirigencia china, el actual escenario es ideal para ampliar el diálogo político con la «nueva dirigencia» progresista y continuar incrementando su presencia económica. Para América Latina y el Caribe, China ofrece una oportunidad para diversificar los vínculos externos y captar nuevas oportunidades económicas. La positiva imagen que presenta en la región, gracias al modelo de crecimiento Estado-orientado, genera simpatías que abren nuevos espacios de interlocución. En otras palabras, cierta «idealización» del modelo chino favorece la definición de estrategias cooperativas.América Latina, tradicionalmente importante para la dirigencia china, cobra nueva relevancia como reserva de recursos naturales y materias primas esenciales para sostener el crecimiento en el largo plazo. China ocupa una posición central en el sistema económico mundial, pero su proceso de transformación genera una creciente dependencia externa de insumos y materias primas que aumenta su vulnerabilidad e introduce factores de riesgo ante un posible conflicto geoestratégico. La ecuación energética china es sostenible en el largo plazo si cuenta con una red que garantice la provisión para sus refinerías e industrias estatales: Rusia, Oriente Medio (Irak, Irán) y África (Nigeria, Sudán, Angola) son sus principales mercados exportadores de petróleo; los dos últimos, sin embargo, presentan un alto riesgo debido a su inestabilidad política. En este esquema, nuestra región se perfila como un área sin conflictos territoriales graves y de fácil despliegue diplomático por la unidad política que las fronteras comunes suponen. Ofrece garantías que podrían actuar como reaseguros ante posibles crisis energéticas o alimentarias.

Como ya se dijo, China busca garantizar su acceso a fuentes de materias primas, alimentos y energía. Un ejemplo de ello son las alianzas establecidas con los principales países de la región. Por ejemplo, la «asociación estratégica» con Brasil incluye la operación de empresas conjuntas en el sector energético y la cooperación en el campo aeroespacial. Otro caso es el de México, país con el que China intenta reorientar el diálogo bilateral, signado por los conflictos comerciales. El objetivo chino es avanzar hacia un enfoque cooperativo de largo plazo, que considere no solo el rol de México como proveedor de petróleo, sino también el de plataforma de innovación tecnológica y su posición en el Nafta, clave para aumentar la inserción competitiva china en el mercado estadounidense de bienes y servicios. En el caso de Cuba, China ha establecido una estrecha relación política y económica luego de la debacle soviética. La cooperación bilateral está orientada hacia la explotación de recursos mineros, el intercambio en el sector energético y los desarrollos conjuntos en el sector farmacéutico. Por su parte, Venezuela es un aliado clave dada su riqueza petrolera y la disposición cooperativa que ha manifestado el presidente Hugo Chávez, acérrimo crítico de EEUU y su papel en la región. Si bien las exportaciones de crudo venezolano y los proyectos energéticos conforman el núcleo de la agenda de cooperación sino-venezolana, ésta se extiende al terreno militar mediante la compra de equipos e insumos (radares móviles para uso defensivo), como parte de la estrategia de Venezuela para reemplazar a EEUU como principal proveedor de armamentos.

La irrupción de China en la región luego del viaje del presidente Hu Jintao a fines de 2004 ha generado iniciativas en Colombia destinadas a estrechar vínculos bilaterales, en el marco de una estrategia nacional de diversificación de las relaciones externas, que apunta al aumento en los flujos de comercio y la recepción de inversiones chinas en el sector petrolero, la logística portuaria, las telecomunicaciones y la industria electrónica. Todo indica que la inserción de China en la economía colombiana servirá como factor de estabilización del conflicto interno y la violencia política, sobre todo si se consideran las negociaciones que se deberán procurar para garantizar la salida del petróleo (proveniente de Venezuela) y los minerales por los puertos colombianos del Pacífico.

Chile es un socio privilegiado de China debido a su estabilidad político-institucional y a las fuertes interacciones desarrolladas en los foros transpacíficos. Las ventas anuales de cobre chileno a China representan 60% de las transacciones internacionales en ese sector. Por tal motivo, en septiembre de 2005 ambos países firmaron un Tratado de Libre Comercio que entrará en vigor en 2006 e incluye capítulos sobre acceso a mercados, normas de origen y procedimientos aduaneros, asuntos legales y de defensa comercial, cooperación económica, barreras técnicas y medidas sanitarias y fitosanitarias, servicios e inversiones. En este marco, 95% de las posiciones arancelarias negociadas gozarán de desgravaciones inmediatas.

Para las empresas multinacionales latinoamericanas, la búsqueda de nuevas alianzas por parte de los grupos económicos chinos es un dato relevante. La llegada de corporaciones de ese país, ávidas por explotar materias primas y servicios con destino al mercado interno chino, al mercado interno latinoamericano y al regional y mundial, aprovechando las oportunidades abiertas por las iniciativas de integración y los acuerdos preferenciales de comercio, forma parte del despliegue global de sus operaciones en competencia con firmas de EEUU, Japón y Europa. Los favorables lazos políticos y la actividad desplegada por las comunidades de negocios en los distintos países auguran un horizonte atractivo para los empresarios chinos. El tradicional patrón de vinculaciones que mantienen los chinos de ultramar (overseas chinese) con su país de origen, y la red de contactos en la región, generan per se un espacio de influencia política, cultural y económica no formal y funcional al logro de sus intereses.

La situación latinoamericana: reflejos en la investigación académica

Los estudios latinoamericanos registran antecedentes en China desde la apertura, en 1953, de cursos de idioma español en el Instituto de Lenguas Extranjeras de la Universidad de Beijing. A comienzos de la década del 60 fue creado el Instituto de Estudios Latinoamericanos, la institución académica especializada en América Latina más importante, que depende directamente de la Academia de Ciencias Sociales de China. Otros think tanks de la Universidad de Fudan (Shanghai), la Universidad de Nangkai (Tianjin) y en la bella Nangjing forman parte de la red de estudios sobre América Latina que nutre de información al sector público y privado empresarial. Ejemplo de renombrados expertos chinos en América latina son Su Zhengxing, Song Xiaoping, Xu Shicheng y Jiang Shixue, quienes no solamente aportan su trabajo de investigación, sino que funcionan como formadores de nuevas generaciones de latinoamericanistas.

La sistematización de tareas de investigación, reportes, publicaciones y trabajos realizados reflejan los intereses y principales campos de estudio de los especialistas chinos en América Latina, quienes trabajan orientados políticamente por líderes, estrategas y formuladores de política exterior con el fin de producir insumos de conocimiento aplicados al diseño de estrategias de relacionamiento externo. Es evidente que el modelo chino no deja librada la investigación social y política a opciones que no guarden relación con prioridades fijadas desde las máximas instancias de poder: en ese sentido, los estudios latinoamericanos expresan la retroalimentación entre gobierno y academia.

En una primera etapa, las prioridades establecidas por el poder político, dirigidas a crear relaciones «no oficiales» que posibilitaran la posterior obtención de reconocimiento diplomático a la China aislada de los 60, y el interés por los cambios en el escenario político regional orientaron la investigación sobre la realidad latinoamericana. En este contexto, se produjeron investigaciones sobre economía rural, procesos de industrialización, el modelo latinoamericano de sustitución de importaciones, desarrollo demográfico, sistemas de partidos y cambio político (revolución, transiciones). En los 60 y 70, la Revolución Cubana, la figura del Che Guevara y su acción política, junto con la posición de Cuba frente a EEUU, formaron parte de las principales líneas de investigación. El régimen de intercambio económico comercial bajo la lectura crítica de las teorías de Raúl Prebisch fue analizado en gabinetes de investigación a la luz de los determinantes políticos impuestos por la visión Sur-Sur que rige la política exterior china. En los desarrollos apuntados primaba el enfoque teórico marxista, sumado a la experiencia nacional china (maoísmo) en la valorización y el análisis de los procesos latinoamericanos.

A comienzos de los 70, con el fin del aislamiento, se redefinieron las prioridades. En esta etapa, entre las temáticas que generaron mayor interés aparecieron: la política exterior latinoamericana, el carácter y la evolución de las relaciones con EEUU, la política exterior de los principales países, las vertientes ideológicas en pugna (modalidades operativas de los movimientos políticos de derecha e izquierda latinoamericanos), las tensiones geopolíticas entre los principales países (Argentina, Brasil, México), los procesos de industrialización en países como Argentina y Brasil, y las modalidades y los rasgos de la inserción latinoamericana en la economía mundial. A medida que China comenzó su proceso de reformas, adquirieron mayor relevancia los estudios comparados sobre desarrollo económico, estrategias de desarrollo en el Este asiático y América Latina y el Caribe, las iniciativas de integración económica, los cambios en la estructura industrial regional, las causas y consecuencias de la crisis de la deuda externa latinoamericana, los procesos de transición de regímenes militares hacia la democracia y la vinculación entre los gobiernos latinoamericanos y EEUU. Se publicaron diversos libros sobre economía de Brasil, Argentina y Perú, así como sobre la estrategia económica regional latinoamericana.

En los 90, fue abandonado el rígido enfoque teórico marxista como teoría explicativa, lo que dio lugar a un discurso crítico basado en enfoques inter- y multidisciplinarios. El proceso de globalización, las políticas de ajuste estructural, privatización de empresas públicas y reforma del Estado, los impactos de los procesos de integración económica en los intercambios externos (en particular, con China), las reformas en el campo laboral, los efectos del Consenso de Washington en la región y los estudios sobre los aspectos culturales determinantes para la inserción competitiva de firmas chinas fueron abordados desde la economía, la sociología y la ciencia política. La correlación entre procesos latinoamericanos y cambios internos en China queda de manifiesto en la investigación académica que busca extrapolar y comparar las experiencias nacionales y regionales latinoamericanas con las propias. Por ejemplo, los estudios sobre la reforma política en México enfatizan el cambio de un régimen de partido hegemónico a uno de partido dominante y el papel como oposición del Partido Revolucionario Institucional; un análisis similar se realiza respecto del Partido Justicialista en Argentina. Todo esto se analiza a la luz del cambio en la posición que hoy ocupa el Partido Comunista Chino. Los procesos de ajuste económico, en momentos en que China desarrolla una estrategia similar, destacan el interés por los sistemas de seguridad social (red social de protección ante despidos, prestaciones de salud, etc.), cuyo conocimiento puede ser aplicable al modelo chino. Asimismo, son atendidos temas relativos al crecimiento económico y la equidad social en nuestra región, buscando claves para entender el evidente ensanchamiento de la brecha de riqueza que el desarrollo acelerado chino reproduce. Finalmente, los problemas relacionados con la crisis financiera mexicana (efecto tequila) y su relación con la crisis asiática; la evolución ideológica de los principales partidos políticos latinoamericanos y su permeabilidad a estrechar vínculos con el Partido Comunista Chino son explorados de manera que sirvan para ampliar los nexos oficiales y no gubernamentales entre China y los países latinoamericanos.

Desde comienzos de siglo, el fracaso del «decenio neoliberal» en América Latina y el Caribe sirve para orientar la investigación, extrapolando posibles impactos en China. Algunas corrientes de pensamiento críticas respecto a la acelerada apertura china coinciden en los efectos negativos del modelo. Ciertas problemáticas sociales difundidas en América Latina (adicciones, pobreza, malnutrición) reciben especial atención por parte de especialistas chinos dada la precaria situación en que se encuentran millones de ciudadanos, producto de la pérdida de empleo por la reestructuración del sector industrial estatal, la apertura a la competencia externa y la ampliación de la brecha de ingreso entre residentes urbanos y rurales. El modelo chileno y algunos de sus programas –como «Chile Solidario»– son analizados en este contexto.

El resurgimiento de la izquierda latinoamericana (Bolivia, Perú), las causas de la movilización social (Argentina, Venezuela, Bolivia), la violencia política (Colombia) y la formación de nuevas fuerzas políticas son algunos de los principales focos de interés y desarrollo teórico de los estudiosos chinos. Se observa aquí la participación de una nueva generación de investigadores, cuya actividad académica apunta a destacar problemáticas «micro» por sobre el discurso generalista y el punto de vista puramente económico-comercial.

El ambiente de inversiones, tanto para las empresas transnacionales chinas como para las medianas empresas, recibe también mucha atención. El sistema de innovación latinoamericano y la situación de las comunidades chinas en la región son expuestas en sintonía con tendencias operativas de la política exterior china en América Latina. Acompaña este desarrollo el interés por los estudios culturales, la expansión de la literatura latinoamericana en instituciones académicas chinas, la traducción al idioma chino de renombrados autores latinoamericanos y la difusión del arte regional a través del cine, la pintura y el teatro. La calidad, la amplitud temática y los contenidos del conocimiento generado en los think tanks chinos debe analizarse considerando la presencia permanente de investigadores y especialistas en América Latina en instituciones académicas de nuestra región, gracias a programas gubernamentales sostenidos por organizaciones y fundaciones chinas y por sus contrapartes del exterior.

Conclusiones

Las relaciones con América Latina ocupan un lugar relevante en la estrategia externa de la República Popular China desde su fundación, en 1949. Su evolución demuestra la vigencia de una praxis de política exterior regida por principios históricos y no confrontativa. Aspectos ideológicos críticos para el gobierno chino en los 50 dieron paso, más tarde, a una relación sostenida sobre similares intereses hasta el fin de la Guerra Fría. Hoy, en cambio, una China económicamente transformada impone modificaciones en el equilibrio de poder mundial que impactan directamente en América Latina y el Caribe. Desde esta perspectiva, nuestra región continúa siendo necesaria para sostener su estrategia de crecimiento económico y, fundamentalmente, su poderío internacional.

Un nuevo sistema de alianzas, regido por objetivos de sustentabilidad y desarrollo pacífico, encuadran la actual estrategia china. América Latina muestra signos de cambio en la orientación política de los gobiernos luego del fracaso del Consenso de Washington, lo que genera un escenario de revinculación. En ese contexto, la política exterior china debe ser asumida como silenciosa, permanente, ajustada a objetivos estratégicos, de bajo perfil e integradora de esfuerzos públicos y privados (empresarios, comunidades chinas en América Latina, etc.).

La investigación académica refleja con nitidez la perspectiva china. Los temas expuestos demuestran el interés y el conocimiento sobre problemáticas latinoamericanas consideradas aleccionadoras para China. Es interesante, en ese sentido, destacar la importancia que otorgan en sus estudios al aporte teórico proveniente de la tradición intelectual latinoamericana.

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Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 203, Mayo - Junio 2006, ISSN: 0251-3552


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