Tema central
NUSO Nº 254 / Noviembre - Diciembre 2014

La derecha en América Latina y su lucha contra la adversidad

¿Qué significa hoy hablar de «nuevas derechas»? Para avanzar en una respuesta al menos provisoria, este artículo parte de un punto de vista que pone de relieve el carácter histórico del fenómeno y con ello, del concepto. Una de las formas de encarar el estudio de las «nuevas derechas» es diferenciar a las derechas que ejercen la oposición de aquellas que ejercen el gobierno. Mientras que en las primeras observamos transformaciones vinculadas a la democracia y el Estado, en las segundas se perciben mayores continuidades respecto a las «nuevas derechas» de los años 80.

La derecha en América Latina y su lucha contra la adversidad

Introducción

Desde la llegada al poder del venezolano Hugo Chávez en 1998, se han ido expandiendo los gobiernos de izquierda a lo largo y a lo ancho de América Latina. Esto ha propiciado un amplio debate en torno del llamado «giro a la izquierda» y de la existencia de distintos tipos de izquierdas y centroizquierdas en la región1. Por cierto, este debate es sumamente prolífico y nos ayuda a comprender el momento actual de la región. No obstante, en esas discusiones se suele obviar la situación de la derecha, lo cual es problemático al menos por dos motivos. Por un lado, que una mayoría de las naciones latinoamericanas sean gobernadas actualmente por líderes y partidos políticos de izquierda no implica que la derecha sea insignificante en términos electorales. De hecho, en países como Chile, Colombia, Paraguay o México, además de los de América Central, hay partidos políticos de derecha y centroderecha que no solo han alcanzado importantes niveles de representación parlamentaria, sino que también han logrado conquistar el Poder Ejecutivo en la última década.

Por otro lado, aun cuando en la actualidad la izquierda es la fuerza política dominante en la región y la derecha tiene muy poco peso electoral en la mayoría de los países del continente, esto no quiere decir que los actores de esta tendencia hayan dejado de existir o que sean entes inactivos. Desde México hasta Chile, la derecha sigue teniendo una importante capacidad para influir en los gobiernos de turno, por ejemplo, mediante el financiamiento de campañas y el lobby ejercido sobre actores políticos y funcionarios públicos, así como también gracias a la difusión de sus ideas a través de los medios de comunicación de masas y al apoyo a tecnócratas que patrocinan políticas públicas cercanas a su ideario. En efecto, si los gobiernos de izquierda moderada como los de Luiz Inácio «Lula» da Silva en Brasil (2003-2010) y Michelle Bachelet en Chile (2006-2010) no pudieron avanzar más en la generación de políticas redistributivas, esto se debió en gran medida a la presión y el peso tanto de los actores como de las ideas de la derecha.

En otras palabras, el hecho de que la izquierda esté en el poder en gran parte de Latinoamérica no implica que la derecha sea insignificante. Sin embargo, la literatura académica sobre la derecha en la región es sumamente escasa, a tal punto que prácticamente no existen estudios contemporáneos al respecto2. En este marco, el libro que recientemente publicamos con Juan Pablo Luna3 intenta ofrecer una mirada panorámica sobre el estado de la derecha latinoamericana en la actualidad. En este artículo nos interesa resumir las ideas y los hallazgos centrales de ese libro. En primer lugar, elaboramos una argumentación en torno de lo que significa ser de derecha y de izquierda, para así tener una conceptualización lo suficientemente clara para comprender las diferencias entre estas dos posturas políticas. A continuación, nos detenemos en la principal dificultad que hoy encuentra la derecha en América Latina, a saber: la creciente politización de la desigualdad por parte de diversos actores ha puesto en jaque sus ideas y su proyecto de modernización conservadora, que tuvo bastante éxito en las décadas de 1980 y 1990. Finalizamos el artículo planteando las estrategias de acción política de la derecha en la región y la posibilidad de que presenciemos el fin del ciclo de los triunfos electorales de la izquierda.

Derecha versus izquierda: disputa por la igualdad

Al revisar la extensa literatura que versa sobre cómo definir derecha e izquierda, quizás sea la obra del filósofo y politólogo italiano Norberto Bobbio la que ofrece la conceptualización más nítida y sugerente4. Tres son los elementos centrales de la propuesta de este autor. En primer lugar, derecha e izquierda son conceptos antitéticos, vale decir, el uno existe gracias al otro. En términos prácticos, esto implica que la eventual dominancia de uno de estos campos ideológicos no significa que el otro desaparezca y, por lo tanto, el peso relativo de la derecha y la izquierda varía a lo largo del tiempo y de los contextos nacionales. En segundo lugar, la distinción entre derecha e izquierda se sustenta antes que nada en la concepción del ideal de la igualdad. Mientras que la derecha concibe que la mayoría de las desigualdades son naturales y difíciles (o incluso inconvenientes) de erradicar, la izquierda asume que la mayoría de las desigualdades son construidas socialmente y, por ende, las ve como producto de situaciones que deben ser modificadas. Por último, al proponer que el eje derecha/izquierda guarda relación con el conflicto en torno de diferentes actitudes hacia la igualdad, Bobbio plantea de forma explícita que suelen existir otros conflictos que son ortogonales a la distinción entre derecha e izquierda. Así, por ejemplo, el autoritarismo puede ser defendido por dictadores tanto de derecha (por ejemplo, Augusto Pinochet en Chile) como de izquierda (por ejemplo, Fidel Castro en Cuba).En consonancia con la obra de Bobbio y con su interpretación por parte de Cas Mudde5, parece propicio definir a la derecha como una postura política que se distingue por pensar que las desigualdades centrales entre las personas son naturales y, por tanto, están fuera del alcance del Estado, mientras que la izquierda es una postura política que se caracteriza por asumir que las desigualdades centrales entre las personas son artificiales y, por tanto, deben ser contrarrestadas de forma activa por políticas estatales6. Resulta importante subrayar que esta definición no asume que la izquierda es igualitarista y la derecha no lo es. La diferencia central entre ambas posturas ideológicas radica en estándares diferentes de igualdad, lo que en el mundo contemporáneo suele traducirse en la disputa entre igualdad de oportunidades e igualdad de resultados. Aquellos que favorecen la primera opción generalmente son de derecha, en tanto piensan que lo principal es proveer igualdad de condiciones para que todos compitan en un campo parejo, y es inevitable que se produzcan desigualdades debido a que no todas las personas se esmeran y trabajan con el mismo ahínco. Por su parte, aquellos que propician la segunda opción usualmente son de izquierda, en tanto piensan que no basta con tratar de proveer igualdad de condiciones, sino que también es necesario generar un nivel bastante parejo entre las personas para favorecer la cohesión social y facilitar la construcción de bienes públicos.

Este no es el lugar para abrir un diálogo crítico con otras definiciones de lo que es derecha e izquierda, pero conviene indicar que la conceptualización aquí ofrecida es bastante cercana a la de aquellos autores que distinguen entre derecha e izquierda sobre la base del rol adjudicado al «mercado» versus el «Estado»7. La principal diferencia es que quienes utilizan el eje mercado/Estado para diferenciar entre derecha e izquierda operan de una forma inductiva, vale decir, se distingue entre derecha e izquierda en función de la primacía que se le da al mercado o al Estado en los programas electorales de actores y partidos políticos y/o las preferencias de los votantes. Por el contrario, la propuesta conceptual en torno de derecha e izquierda aquí planteada tiene un carácter deductivo, anclado en distintas posturas ideológicas respecto al principio de la igualdad. De tal manera, se trata de una conceptualización que es lo suficientemente abstracta para analizar distintos contextos históricos y realidades nacionales, ya que define derecha e izquierda sobre la base de criterios generales que se plasman, por ejemplo, en la disputa mercado/Estado, así como también en contiendas morales y conflictos respecto a la soberanía nacional8.

El ocaso del proyecto de modernización conservadora

Las reformas neoliberales de los años 80 y 90 profundizaron los niveles de desigualdad imperantes en América Latina, pero permitieron satisfacer ciertas aspiraciones de la ciudadanía, tales como el control de la inflación, la generación de estabilidad macroeconómica y la ampliación del acceso a bienes importados9. Estos logros de las reformas neoliberales ayudaron a disipar el temor a la hiperinflación y al colapso de la economía, con lo cual se abrió paso al surgimiento de nuevas demandas sociales. Es así como la cuestión de la inequidad comenzó a ganar terreno. Pese a algunos avances logrados en la última década, América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo10. Debido a ello, no es de sorprender que este tema sea relevante para una parte importante del electorado y resulta lógico que tanto las ideas como los partidos políticos de derecha no gocen de buena salud en el continente hoy en día. Si la derecha efectivamente se caracteriza por pensar que las desigualdades centrales entre las personas son naturales y, por tanto, están fuera del alcance del Estado, es de esperar que en un continente marcado por altos niveles de desigualdad la derecha tenga pocas posibilidades de ganar elecciones democráticas. No en vano, la literatura que parte de la premisa de la acción racional y que, por lo tanto, da por sentado que los electores votan en función de sus intereses materiales, indica que en países democráticos con alta desigualdad social es de esperar que se produzca una redistribución desde los ricos hacia los pobres11.

En efecto, el giro a la izquierda que ha experimentado el continente latinoamericano desde finales de la década de 1990 está directamente relacionado con el ocaso del proyecto de modernización conservadora que líderes, partidos políticos y tecnócratas de derecha auspiciaron con bastante éxito durante los años 80 y 90. Este proyecto ha consistido en la defensa de un concepto muy restringido de democracia, entendida como la simple realización periódica de elecciones libres y limpias, pero en un marco en el que se le otorga tanta fuerza al libre mercado que queda muy poco margen de maniobra para implementar políticas públicas que ayuden a disminuir las desigualdades existentes. En otras palabras, el proyecto de modernización conservadora promovido por la derecha latinoamericana se basa en transformar ciertas esferas sociales (por ejemplo, mediante la liberalización económica) y, a la vez, en mantener otras esferas sociales bastante intactas en un estadio tradicional (esto se ve, por ejemplo, en la cerrazón de las elites a la entrada de nuevos actores y en la reproducción de relaciones de discriminación según clase social, etnia y género).

Cabe destacar que el ocaso del proyecto de modernización conservadora ha ido aconteciendo de forma bastante gradual y se explica en gran medida por la emergencia de diversos actores a lo largo de América Latina que han tenido la capacidad de politizar la desigualdad. Efectivamente, si hay algo que tienen en común líderes populistas como el difunto Chávez en Venezuela y el presidente Rafael Correa en Ecuador, con los movimientos indígenas en Bolivia y gran parte de las organizaciones detrás de los ciclos de protestas en Brasil y Chile, es que todos estos actores demandan la implementación de reformas para confrontar la desigualdad existente. Esto quiere decir que, en contraste con lo que asumen los autores que adhieren al paradigma de la acción racional12, en sociedades marcadas por altos niveles de desigualdad no siempre sucede que el electorado demanda mayor redistribución y, por lo tanto, prefiere votar por la izquierda. Para que esto efectivamente suceda, es necesario que haya actores que politicen los niveles de desigualdad existentes y logren movilizar al electorado en función de ese tema13.

¿Cómo y por qué ha acontecido una politización de la desigualdad en varios países de América Latina en el último tiempo? A grandes rasgos, esto se puede explicar por la conjunción de tres factores. En primer lugar, la conformación de grupos opositores a las reformas neoliberales ha sido un proceso lento, sobre todo respecto a la generación de los recursos organizacionales necesarios para movilizar a la ciudadanía para llevar adelante ciclos de protesta y formar nuevos partidos políticos que levantan sus propios candidatos y programas para las elecciones14. En segundo lugar, hay un factor bastante contingente que también ha ayudado a politizar la desigualdad: el declive de la influencia de Estados Unidos en la región, sumado al impacto positivo que ha tenido el aumento del precio de las materias primas en el mercado global, ha permitido a los gobiernos de izquierda contar con mayor libertad económica y política para implementar proyectos que se apartan de las directrices del así llamado «Consenso de Washington»15. En tercer y último lugar, una vez que la implementación de las reformas neoliberales terminó por generar estabilidad macroeconómica pero quedó en evidencia que tales reformas dan pocos o ningún fruto en términos de reducción de la desigualdad, comenzó a ser más evidente que resulta necesario implementar otro tipo de políticas públicas, y esto a su vez se ha visto reforzado por la opinión de comunidades epistémicas que han propiciado este debate, por ejemplo, al sugerir que la desigualdad tiene un impacto negativo en el crecimiento económico16.

Las actuales estrategias de la derecha latinoamericana y su futuro político

El hecho de que América Latina posea altos niveles de desigualdad no implica que la izquierda vaya a mantenerse en el poder eternamente. Como bien indica Adam Przeworski, los cambios políticos no duran por siempre y la alternancia es un elemento central del juego democrático17. Tal y como se señaló con anterioridad, el giro a la izquierda se explica en gran medida por la efectiva politización de la desigualdad por parte de ciertos actores, mientras que la debilidad electoral de la derecha se relaciona con su dificultad para politizar temas afines a su ideario. Consciente de este déficit, la derecha ha venido desarrollando distintas estrategias para adaptarse y luchar contra la hegemonía de la izquierda en la región. A grandes rasgos, es posible identificar tres mecanismos de acción –no electorales, electorales no partidistas y partidistas–, los cuales se detallan a continuación18.

Una primera estrategia de la derecha consiste en recurrir a mecanismos de acción no electorales, vale decir, a la movilización y utilización de recursos para presionar a los gobiernos de izquierda de tal manera que se impidan, pospongan o morigeren reformas que afecten las ideas e intereses de la derecha. Históricamente esto se ha concretado en el apoyo de la derecha a golpes de Estado, una opción que en la actualidad es cada vez más difícil debido a las presiones foráneas y a la transformación de la izquierda producto de la caída del Muro de Berlín19. Debido a ello, hoy en día la derecha ha venido elaborando prácticas alternativas que, si bien ya existían, se han tornado más sofisticadas. Una de estas prácticas es el lobby llevado a cabo por organizaciones empresariales, tecnócratas y comunidades epistémicas sobre distintos organismos del Estado. Esta fórmula se encuentra bastante presente a lo largo de la región, ya que en varios países existen fundaciones y think tanks de derecha que tienen significativos grados de injerencia en la formulación de las políticas públicas. De forma adicional, la derecha también suele contar con recursos financieros para auspiciar y generar medios de comunicación de masas que, dependiendo del país, defienden sus ideas e intereses de forma más o menos evidente, lo cual ha propiciado el creciente intervencionismo mediático de parte de algunos gobiernos de izquierda en América Latina20. A su vez, la derecha también ha comenzado a utilizar recursos para patrocinar y promover la formación de actores colectivos que se organizan para posicionarse en el espacio público e incidir en el proceso de formación de preferencias, por ejemplo, en cuestiones relacionadas con temas morales o identitarios y con la regulación de la actividad económica21.

Una segunda estrategia empleada por la derecha consiste en desarrollar opciones electorales no partidistas. En este caso, se da pie a la conformación de liderazgos que buscan competir en elecciones pero que de forma deliberada rehúyen la construcción de partidos políticos. ¿Cómo se explica el surgimiento de esta estrategia y hasta qué punto da réditos electorales? Cuando la clase política en su conjunto es mal evaluada y los partidos políticos existentes cuentan con bajos niveles de legitimidad, para algunos líderes puede resultar más provechoso presentarse como actores ajenos al mundo político y como críticos de él. Si bien es cierto que esta estrategia ha sido utilizada por líderes populistas de izquierda como Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador y Morales en Bolivia, no hay que olvidar que también fue empleada en la década de 1990 con bastante éxito por líderes de derecha como Alberto Fujimori en Perú y Fernando Collor de Mello en Brasil. En términos más contemporáneos, el triunfo electoral de Álvaro Uribe en Colombia en 2002 se explica en gran medida por su capacidad para posicionarse como un actor que rompe con la clase política tradicional y que termina por armar a posteriori una organización electoral personalista22. Un ejemplo similar se puede observar en la alta votación obtenida por Keiko Fujimori en las elecciones presidenciales peruanas de 2011, mientras que un caso menos exitoso es el de Franco Parisi en las elecciones presidenciales chilenas de 2013.

Por último, una tercera estrategia de la derecha latinoamericana radica en invertir recursos y tiempo en la formación de partidos políticos, es decir, sumergirse en la batalla programática. Se trata de una opción que es costosa en términos económicos y que además requiere de paciencia como para desarrollar recursos organizacionales que son cruciales para posicionarse en el espacio electoral. Esta estrategia es menos difícil en países donde la derecha ha podido construir partidos políticos, como por ejemplo Brasil, Chile o México. Pero aun en estos casos la derecha enfrenta un escenario adverso debido a la politización de la desigualdad por parte de la izquierda, de modo tal que su peso electoral depende de su capacidad para explotar temas cercanos a su ideario. Una primera opción programática consiste en resaltar el tema de la eficiencia económica, lo cual ha venido cobrando creciente importancia producto de la caída del precio de las materias primas a escala global, ya que esto permite que la derecha se presente como la que va a garantizar las buenas relaciones con el empresariado para así promover el crecimiento y la generación de empleo. A su vez, la derecha latinoamericana ha comenzado a combinar este discurso de eficiencia económica con uno que resalta posibles (y a veces fehacientes) malas prácticas de la izquierda, tales como el clientelismo, el nepotismo o la corrupción. De forma alternativa, una segunda opción programática que la derecha ha sabido explotar en el último tiempo es la agenda de la seguridad ciudadana, tema que ha ido cobrado creciente relevancia a lo largo del continente y que hasta ahora los gobiernos de izquierda no han podido enfrentar con mucho éxito23. Por cierto que la derecha tiende a tener más credibilidad en este tema, ya que usualmente tiene muchos menos tapujos que la izquierda para argumentar a favor de la implementación de una política de «mano dura». No obstante, este camino también conlleva ciertas complejidades para la derecha. La defensa de los derechos humanos ha ido ganando importancia en la región, y debido a que en el pasado la derecha ha estado involucrada en regímenes autoritarios, el electorado de varios países tiene dudas respecto a sus credenciales democráticas en esta materia24. Sin lugar a duda, el eventual (re)surgimiento programático de la derecha está fuertemente mediado por su capacidad para renovarse, sobre todo en lo que concierne al tema de la desigualdad. En efecto, hasta ahora la derecha ha tomado muy poca conciencia de los cambios que los países de la región han sufrido en la última década debido a la politización de la desigualdad llevada adelante por actores de izquierda y la implementación de ciertas políticas sociales –como, por ejemplo, los así llamados «programas de transferencias monetarias condicionales» y algunas políticas públicas que se aproximan hacia el universalismo25– que ciertamente favorecen la formación de «coaliciones latentes por el igualitarismo». Este concepto ha sido acuñado por David Brady para dar cuenta de cómo diversos grupos sociales se pueden terminar aunando para presionar por la implementación de políticas redistributivas; esto se torna particularmente visible cuando actores políticos intentan promover reformas que afectan las expectativas normativas de una parte importante de la ciudadanía que ha ido avanzando en obtener más derechos26.

La potencial (re)emergencia programática de la derecha, entonces, está en gran parte en sus propias manos: cuanta mayor capacidad tenga de distanciarse del proyecto de modernización conservadora defendido con vehemencia durante los años 80 y 90, mayores posibilidades tendrá de convertirse en una opción política atractiva para una parte importante del electorado latinoamericano. Sin embargo, también es cierto que la politización de la desigualdad no se tiene que dar por supuesta y, por lo tanto, el escenario que hoy en día es adverso para la derecha puede cambiar el día de mañana si los gobiernos de izquierda no son capaces de cumplir con sus promesas o lidiar de forma efectiva con aquellos problemas que la ciudadanía considera más relevantes. Es así como la estrategia electoral no partidista puede terminar cobrando especial significado para la derecha el día de mañana, ya que dicha estrategia le permite elaborar un discurso antipolítico centrado en temas como la eficiencia económica y la seguridad ciudadana, cuestiones que son valoradas por una mayoría de los votantes.

  • 1. Cristóbal Rovira Kaltwasser: doctor en Ciencia Política por la Universidad Humboldt de Berlín. Trabajó como consultor para el equipo de Desarrollo Humano de la oficina chilena del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud) y como investigador en el Centro Científico para la Investigación Social de Berlín (wzb, por sus siglas en alemán), el Nuffield College de la Universidad de Oxford y el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Sussex. Actualmente es profesor asociado de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Diego Portales en Santiago de Chile y está trabajando en un proyecto de investigación sobre populismo en perspectiva comparada.Palabras claves: derecha, desigualdad, izquierda, modernización conservadora, América Latina.Nota del autor: Este artículo se sustenta en la investigación que ha sido posible gracias al aporte del programa fondecyt, proyecto 1140101, de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica de Chile.. La bibliografía al respecto es sumamente extensa, por lo que basta indicar aquí tres títulos que hacen una buena sinopsis de la materia: Francisco Panizza: Contemporary Latin America: Development and Democracy Beyond the Washington Consensus, Zed Books, Londres, 2009; Kurt Weyland, Raúl L. Madrid y Wendy Hunter (eds.): Leftist Governments in Latin America: Successes and Shortcomings, Cambridge University Press, Cambridge, 2010; Steven Levitsky y Kenneth M. Roberts (eds.): The Resurgence of the Latin American Left, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2011.
  • 2. Dentro de la literatura académica sobre la derecha en América Latina desde una perspectiva comparada y que, por tanto, va más allá de los estudios enfocados en un solo país, cabe destacar los siguientes libros que tienen un enfoque histórico o analizan la década de 1990: D. A. Chalmers, Maria do Campo Campello de Souza y Atilio Borón (eds.): The Right and Democracy in Latin America, Praeger, Nueva York, 1992; Edward Gibson: Class and Conservative Parties: Argentina in Comparative Perspective, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1996; Kevin J. Middlebrook (ed.): Conservative Parties, the Right, and Democracy in Latin America, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2000; y L.A. Payne: Uncivil Movements: The Armed Right Wing and Democracy in Latin America, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2000.
  • 3. J.P. Luna y C. Rovira Kaltwasser (eds.): The Resilience of the Latin American Right, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2014.
  • 4. N. Bobbio: Derecha e izquierda: razones y significados de una distinción política, Taurus, Madrid, 1995. También conviene mencionar dos lecturas complementarias a la perspectiva de Bobbio: Jean A. Laponce: Left and Right: The Topography of Political Perceptions, Toronto University Press, Toronto, 1981; y Alain Noël y Jean-Philippe Thérien: Left and Right in Global Politics, Cambridge University Press, Cambridge, 2008.
  • 5. C. Mudde: Populist Radical Right Parties in Europe, Cambridge University Press, Cambridge, 2007, p. 26.
  • 6. Para poner tan solo un ejemplo, resulta interesante destacar el pensamiento de Jovino Novoa, uno de los fundadores del partido de derecha chileno Unión Demócrata Independiente (udi) y quien fuera senador de la República por la circunscripción de Santiago Poniente por dos periodos consecutivos (1998-2006 y 2006-2014). A su juicio, «[c]omo la evidencia no permite afirmar que el modelo está en crisis, la izquierda esgrime que se trata de un sistema perverso, que genera desigualdad. Esto es una falacia. Primero, porque la desigualdad es una característica propia de la naturaleza humana: las personas nacen distintas en talento, en salud, en características físicas y tienen un determinado potencial de acuerdo con el entorno en el que se desenvuelven. (…) No hay peor error que tratar de forzar la naturaleza de las cosas. En el intento por alcanzar una igualdad imposible de lograr se termina sacrificando la libertad y la dignidad de las personas». J. Novoa: Con la fuerza de la libertad. La batalla por las ideas de centro-derecha en el Chile de hoy, Planeta / La Tercera, Santiago de Chile, 2012, pp. 41-42.
  • 7. V., por ejemplo, Manuel Alcántara Sáez: «La escala de la izquierda. La ubicación ideológica de los presidentes y partidos en América Latina» en Nueva Sociedad No 217, 9-10/2008, disponible en www.nuso.org/upload/articulos/3548_1.pdf, y Herbert Kitschelt, Kirk A. Hawkins et al.: Latin American Party Systems, Cambridge University Press, Cambridge, 2010.
  • 8. Jahn Detlef: «Conceptualizing Left and Right in Comparative Politics: Towards a Deductive Approach» en Party Politics vol. 17 No 6, 2011, pp. 745-765.
  • 9. V., por ejemplo, Andy Baker: The Market and the Masses in Latin America: Policy Reform and Consumption in Liberalizing Economies, Cambridge University Press, Cambridge, 2009.
  • 10. Para un análisis detallado sobre este tema, v. Merike Blofield (ed.): The Great Gap: Inequality and the Politics of Redistribution in Latin America, Pennsylvania University Press, University Park, 2011, así como también Giovanni Andrea Cornia (ed.): Falling Inequality in Latin America: Policy Changes and Lessons, Oxford University Press, Oxford, 2014.
  • 11. Carles Boix: Democracy and Redistribution, Cambridge University Press, Cambridge, 2003 y Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economic Origins of Dictatorship and Democracy, Cambridge University Press, Cambridge, 2006.
  • 12. Ibíd.
  • 13. Robert F. Kaufman: «The Political Effects of Inequality in Latin America: Some Inconvenient Facts» en Comparative Politics vol. 41 Nº 3, 2009, pp. 359-379.
  • 14. V., por ejemplo, Eduardo Silva: Challenging Neoliberalism in Latin America, Cambridge University Press, Cambridge, 2009, y Kenneth Roberts: «The Mobilization of Opposition to Economic Liberalization» en Annual Review of Political Science No 11, 2008, pp. 327-349.
  • 15. V., por ejemplo, Eric Hershberg: «Latin America’s Left: The Impact of the External Environment» en Maxwell A. Cameron y E. Hershberg (eds.): Latin America’s Left Turns: Politics, Policies, and Trajectories of Change, Lynne Rienner, Boulder, 2010, pp. 233-249, así como también Jean Grugel y Pía Riggirorzzi: «The End of the Embrace? Neoliberalism and the Alternatives to Neoliberalism in Latin America» en J. Grugel y P. Riggirozzi (eds.): Governance After Neoliberalism in Latin America, Palgrave Macmillan, Nueva York, 2009, pp. 1-23.
  • 16. V., por ejemplo, Sarah Babb: «The Washington Consensus as Transnational Policy Paradigm: Its Origins, Trajectory, and Likely Successor» en Review of International Political Economy vol. 20 No 20, 2013, pp. 268-297, y C. Rovira Kaltwasser: «Toward Post-Neoliberalism in Latin America?» en Latin American Research Review vol. 46 Nº 2, 2011, pp. 225-234.
  • 17. A. Przeworski: Democracy and the Limits of Self-Government, Cambridge University Press, Cambridge, 2010, p. 164.
  • 18. Para más detalles sobre estos tres mecanismos de acción, v. J.P. Luna y C. Rovira Kaltwasser (eds.): The Resilience of the Latin American Right, cit.
  • 19. Kathleen Bruhn: «The Unexpected Resilience of Latin American Democracy» en Nathan J. Brown (ed.): The Dynamics of Democratization: Dictatorship, Development, and Diffusion, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2011, pp. 64-92.
  • 20. Philip Kitzberger: «The Media Activism of Latin America’s Leftist Governments: Does Ideology Matter», giga Working Paper No 151, 2010.
  • 21. Cabe notar que este mecanismo es muy utilizado por la derecha en eeuu. V., al respecto, Theda Skocpol y Vanessa Williamson: The Tea Party and the Remaking of Republican Conservatism, Oxford University Press, Oxford, 2012 e Isaac W. Martin: Rich’s People’s Movements: Grassroots Campaigns to Untax the One Percent, Oxford University Press, Oxford, 2013.
  • 22. Laura Wills-Otero: «Colombia: Analyzing the Strategies for Political Action of Álvaro Uribe’s Government, 2002-2010» en J.P. Luna y C. Rovira Kaltwasser (eds.): The Resilience of the Latin American Right, cit., pp. 194-215.
  • 23. Deborah Yashar: «The Left and Citizenship Rights» en S. Levitsky y K. Roberts (eds.): The Resurgence of the Latin American Left, cit., pp. 184-210.
  • 24. V., por ejemplo, Alisha Holland: «Right on Crime? Conservative Party Politics and Mano Dura Policies in El Salvador» en Latin American Research Review vol. 58 No 1, 2013, pp. 44-67, y Randy Sunwin Uang: «Campaigning on Public Security in Latin America: Obstacles to Success» en Latin American Politics & Society vol. 55 No 2, 2013, pp. 26-51.
  • 25. V., por ejemplo, Jennifer Pribble: Welfare and Party Politics in Latin America, Cambridge University Press, Cambridge, 2013.
  • 26. D. Brady: Rich Democracies, Poor People: How Politics Explain Poverty, Oxford University Press, Oxford, 2009.

En este artículo
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 254, Noviembre - Diciembre 2014, ISSN: 0251-3552


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