Opinión
abril 2018

La actualidad de las mujeres en la política latinoamericana

De la «marea rosa» al giro a la derecha

Hasta hace pocos años, América Latina contaba con una importante presencia de mujeres en la presidencia de sus países. Buena parte de ellas respondían al fenómeno del «giro a la izquierda». El fin de ese proceso modificó el avance de la «marea rosa». ¿El actual giro a la derecha implica una menor presencia femenina en altos cargos políticos? ¿O es que puede darse también un ascenso de las líderes de derecha en la política latinoamericana?

<p>La actualidad de las mujeres en la política latinoamericana</p>  De la «marea rosa» al giro a la derecha

Hacia fines del siglo pasado, comenzó en América Latina un cambio de rumbo que fue interpretado y calificado por muchos como un «giro a la izquierda». Se trató de ese proceso que entre los estudiosos y las estudiosas se dio a conocer como la «marea rosa» y que se caracterizó por un ascenso democrático de gobiernos progresistas en la mayoría de los países de la región. En líneas muy generales, de lo que se trataba era de una ruptura con el Consenso de Washington –de comienzos de la década de 1990-, que implicó un mix entre apertura de mercados y privatizaciones, impulsado por Estados Unidos. Esta «marea rosa» trajo a muchas de nuestras costas una absoluta novedad: presidentes mujeres o, mejor dicho, presidentas. Ahora que estas aguas venturosas parecen haberse retirado, la resaca ha dejado una carestía de mujeres al frente de las presidencias.

¿El actual giro a la derecha implica una menor presencia femenina en altos cargos políticos? ¿O es que puede darse también un ascenso de las líderes de derecha en la política latinoamericana?

En 2014 América Latina ostentaba uno de los más altos niveles de primeras mandatarias femeninas a nivel mundial, con las presidentas Dilma Rouseff (Brasil), Cristina Fernández (Argentina), Michelle Bachelet (Chile) y Laura Chinchilla (Costa Rica). A ellas se sumaban Portia Simpson (Jamaica) y Kamla Persad-Bissessar (Trinidad y Tobago), como primeras ministras de sus países. Fue un récord inigualable. Hoy no hay presidentas a la vista y claramente el número de mujeres en los gabinetes ministeriales ha descendido. Sin embargo, parecen surgir otros liderazgos fuertes. Son los casos de Maria Eugenia Vidal, gobernadora de la provincia de Buenos Aires (Argentina) por la alianza Cambiemos que lidera el presidente Mauricio Macri; y el de Marta Lucía Ramírez, del Partido Conservador Colombiano, como compañera de fórmula presidencial de Álvaro Uribe.

Históricamente, el dominio masculino del poder político forjó las expectativas de la sociedad en torno al liderazgo presidencial. Incluso después de que las mujeres pudieron participar legalmente en todos los niveles de la política electoral, la presidencia se mantuvo durante décadas como un cargo político exclusivamente ocupado por hombres. Aunque las mujeres comenzaron a ganar cargos legislativos a nivel subnacional y nacional poco después de lograr los derechos de sufragio completo en las décadas de 1940 y 1950, no fue hasta los años noventa que una mujer ganó democráticamente una elección presidencial.

Pero ¿son los ideales progresistas de la «marea rosa» los que explican el éxito de las mujeres que ganaron la presidencia de sus países durante la primera década de este siglo? En Latin America’s Presidentas: Overcoming Challenges, un artículo de reciente publicación –incluido en el libro Gender and Representation in Latin America, editado por Leslie A. Schwindt- Bayer-, las politólogas estadounidenses Catherine Reyes-Housholder y Gwynn Thomas reconocen que la creciente experiencia política de las mujeres y los contextos políticos más propicios para su representación política parecen funcionar como condiciones necesarias para sus recientes victorias. Prueba de ello es que ninguna de las candidatas presidenciales –las que ganaron y también las otras- era una recién llegada. Por el contrario, habían construido durante años sus carreras políticas.

A esta altura del recorrido, está más que claro que la llegada de las mujeres a instancias de poder no garantiza una perspectiva de género, es decir la voluntad de cambiar un orden desigual. Pero, así y todo, la presencia de mujeres como presidentas, legisladoras y ministras, habilita, al menos, otro horizonte de posibilidades.

Las presidentas de la «marea rosa», con los matices de cada caso, parecen haber hecho una diferencia pequeña pero significativa a la hora de nombrar a los y las responsables de los ministerios. En Argentina, el gabinete nacional pasó de estar compuesto por un 25 por ciento de ministras durante la presidencia de Cristina Fernández, a menos de un 10 por ciento -con dos ministras- en el gobierno de Mauricio Macri. Tampoco el actual gabinete provincial de María Eugenia Vidal -una de las posibles presidenciables para 2019 en Argentina- está en mejores condiciones de equidad: de veinte integrantes, solo una es mujer.

El caso de Brasil es aún más sintomático. Luego del golpe institucional sufrido por Dilma Rousseff, el presidente Michel Temer conformó un gabinete integrado totalmente por hombres. El reciente asesinato de la concejala Marielle Franco (del Partido Socialismo y Libertad), líder feminista y dirigente social de las favelas, expone claramente el peligro al que pueden llegar a enfrentarse las mujeres que cuestionan el orden establecido en la región.

¿Puede haber alguna relación entre el fin de los mandatos de las presidentas y el giro a la derecha que se está produciendo en varios países de América latina? «Desde luego que hay una estrecha relación entre el fin de esos mandatos y el avance de las derechas en nuestros países, que ya venían mostrando su ofuscación especialmente por las medidas de redistribución de la renta», afirma de manera contundente la historiadora feminista Dora Barrancos, investigadora principal e integrante del Directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de la Argentina. «Las políticas encaradas por los gobiernos inclinados a resolver la desigualdad y la exclusión fueron hostigadas por los grupos económicos concentrados».

Si de lo que se trata es de la inclusión de una agenda de gobierno con perspectiva de género durante el periodo de la «marea rosa», la que más avanzada en la cuestión parece haber estado es Michelle Bachelet. Durante su segundo mandato, la ex mandataria aprobó una serie de reformas electorales que incluyeron la primera legislación de cuotas de Chile. Además, introdujo una legislación para liberalizar la prohibición total del aborto. Reyes-Housholder y Thomas afirman en su texto que ningún otro presidente (mujer u hombre) iguala los éxitos legislativos de Bachelet en la promoción de la igualdad de género ni ha hecho que ésta sea un elemento central de su agenda presidencial. Las autoras resaltan que Bachelet movilizó con éxito un núcleo de mujeres detrás de una plataforma «pro mujer». Bachelet logró articular también a las «feministas de élite» y demostró la capacidad de usar su poder para promover un cambio significativo en favor de las mujeres.

En la Argentina, el presidente Mauricio Macri decidió recientemente la conformación de un gabinete ampliado de mujeres encabezado por la vicepresidente de la Nación, Gabriela Michetti. El gabinete está integrado, además, por sus dos únicas ministras –Carolina Stanley (de Desarrollo Social) y Patricia Bullrich (de Seguridad). A ellas se suma la titular del Instituto Nacional de la Mujer, Fabiana Tuñez. La primera reunión de este gabinete se dio en el marco de una agenda social y política con varios temas de género en el centro de la escena, tales como la despenalización del aborto, la ampliación de licencias por paternidad y la equidad salarial entre mujeres y varones. Además de movimientos masivos como Ni una menos, de protesta contra la violencia hacia las mujeres y su consecuencia más grave y visible, el feminicidio.

Entonces, ¿los sectores de derecha podrían capitalizar luchas históricas del movimiento de mujeres, como es el caso del derecho al aborto legal, que ahora parece tener espacio en la agenda gubernamental de Argentina? «Sí, claro que pueden», responde enfática la socióloga feminista María Alicia Gutiérrez, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito. «Esta situación no es algo nuevo. Durante el gobierno peronista de Carlos Menem, en medio de la aplicación brutal de un modelo neoliberal de ajuste estructural, privatización y reformas de derechos, se legisló sobre ley de cuotas y patria potestad compartida, entre otras. Pero las leyes son una condición de posibilidad para avanzar en otras demandas de implementación, y no es tan fácil que gobiernos de derecha, con un programa de recortes sociales, quieran hacerlo».

Históricamente, las mujeres en América Latina han participado en política menos que los hombres, pero en una investigación publicada en 2016 -The impact of Presidentas on political activity- Catherine Reyes-Housholder y su colega Leslie Schwindt-Bayer, revelan que la presencia de una mujer presidenta se correlaciona con una mayor participación de campaña, intención de voto y asistencia a reuniones locales entre mujeres. Dicen las autoras que algunas evidencias sugieren que la presencia de presidentas se asocia con aumentos en el apoyo de hombres y mujeres al liderazgo político femenino, lo que a su vez puede conducir a una mayor participación política femenina.

Es posible pensar que se está produciendo un retorno del dominio de poder masculino en América Latina. Sin embargo, hay tendencias promisorias que indican que las mujeres están compitiendo más. Hoy hay más mujeres con experiencia en la política para disputar el poder en la arena pública.



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