Opinión
febrero 2018

Entre el progresismo, el «establishment» y el ultraconservadurismo

El panorama electoral en Colombia

Las elecciones colombianas presentan elementos novedosos. Varios candidatos tienen posibilidades de pasar a la segunda vuelta. Algunos de ellos pertenecen al progresismo. Pese a todo, el electorado sigue siendo uno de los más conservadores de América Latina.

<p>Entre el progresismo, el «establishment» y el ultraconservadurismo</p>  El panorama electoral en Colombia

La configuración del tablero de alianzas y fórmulas de cara a las próximas elecciones presidenciales colombianas que se celebrarán en el mes de mayo muestra varios puntos de interés. En principio, esta campaña incorpora dos elementos novedosos en relación a las últimas tres o cuatro elecciones presidenciales. El primero es la participación de varios candidatos con posibilidades reales de pasar a segunda vuelta. Es decir, frente a la certidumbre de años anteriores marcada en buena medida por el binomio Uribe-Santos, en esta ocasión han cobrado relevancia nombres como los de Gustavo Petro, Sergio Fajardo, y Germán Vargas Lleras. A ellos se les sumará el candidato conservador que resulte triunfante en la próxima consulta del 11 de marzo y que, se presume, será Iván Duque, apoyado por el expresidente Álvaro Uribe. Todos estos candidatos tienen posibilidades, al día de hoy, de pasar a la segunda vuelta. El otro aspecto a destacar es que, por primera vez en mucho tiempo, dos candidatos de corte progresista, como son el exalcalde Gustavo Petro y el exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, encuentran por ahora un importante apoyo en las encuestas.

A este panorama se le suma la participación de la izquierda que, de manera evidente, resta votos a los candidatos progresistas. Por un lado, está la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, las antiguas FARC, que mantienen las siglas y el liderazgo del pasado. Hasta el momento su panorama es desfavorable. En estas últimas semanas, Rodrigo Londoño, antes conocido como «Timochenko», apenas ha podido participar en sus mítines previstos de Armenia o Cali fruto de los altercados que ha generado su presencia. Quizá, para el FARC sea más pertinente optar por focalizar ciertos segmentos poblacionales y territorios, y mirar hacia las elecciones municipales y departamentales de 2019 en las que seguramente obtendrá un mejor resultado. La otra suma que resta al progresismo es la de Piedad Córdoba, quien se presenta de manera independiente, y a la que buena parte del electorado también asocia tanto a las antiguas FARC como a Cuba y Venezuela. Así, el prejuicio funge como un importante lastre a sus discursos y planteamientos, los cuales, pese a todo, deberían ser escuchados con atención.

Dentro de la izquierda más ortodoxa, una figura política a tener en cuenta es Gustavo Petro. En la actualidad es quien lidera la mayoría de las encuestas en cuanto a favorabilidad e intención directa de voto. Ello, por el respaldo que obtiene entre los sectores más desfavorecidos de la desigual sociedad colombiana, la cual trató de ser paliada durante su gestión, no exenta de polémicas, al frente de la alcaldía de Bogotá entre 2012 y 2015. A su apoyo entre los sectores más populares de la capital, se une su condición de político combatiente contra la corrupción y la buena acogida, entre sus propuestas, de fortalecer la educación y la salud pública, así como la independencia del poder judicial. No obstante, su mayor exposición mediática en este momento puede hacerle centro de las críticas con el objetivo de minar su popularidad. Además, la polaridad que genera su figura política hace muy difícil la posibilidad de que llegue a la presidencia de Colombia.

Dentro de un progresismo más moderado estaría «Coalición Colombia», encabezada por el matemático Sergio Fajardo, y al que se unen Claudia López y Jorge Enrique Robledo. Esta alianza, que integra figuras tanto de la Alianza Verde y del Polo Democrático, retoma parte de las propuestas de Gustavo Petro, en tanto que destaca como prioridades la progresividad fiscal, la mejor redistribución de la riqueza, la inversión creciente en los sectores públicos de la educación y la sanidad, así como el fortalecimiento de la lucha anticorrupción y la rendición de cuentas. A favor de ella se destaca la buena imagen de los gobiernos municipales y departamentales de Fajardo, y la alta valoración de Claudia López y Jorge Enrique Robledo, que fue el segundo senador más votado en las últimas elecciones (tras Álvaro Uribe).

Muy próxima a Fajardo estaría la dupla presentada por el Partido Liberal y que forman Humberto de la Calle y Clara López. Humberto de la Calle tiene, a priori, muchas menos posibilidades que cualquiera de los dos candidatos anteriores. Se trata de una figura política comprometida con el Acuerdo de paz suscrito con las FARC, pero a la que muchos asocian con un Juan Manuel Santos cuya imagen negativa supera el 70%. Tampoco parece ayudar la compañía como candidata a la Vicepresidencia de Clara López, una figura tradicional del centro-izquierda colombiano pero cuyo apoyo al propio Juan Manuel Santos, e incluso su participación en el gabinete de Gobierno, acrecentó las críticas de oportunismo y ambigüedad ideológica. En cualquier caso, sus planteamientos serían mucho más liberales, en términos de la relación Estado/Mercado/Sociedad, de los planteados por Fajardo y, sobre todo, por Petro.

Un tercer candidato fuerte sería, ineludiblemente, el conservador Germán Vargas Lleras. El exvicepresidente de Santos se presenta como candidato independiente fruto de la corrupción endémica de su partido, Cambio Radical. A pesar de su imagen autoritaria y poco empática, que le hacen valer un importante deterioro en cuanto a su popularidad, Vargas Lleras, desde la vicepresidencia, ha hecho las veces de ministro de Infrestructura, Vivienda y Agua, lo cual le ha dado un importante peso territorial que ya fue puesto de manifiesto en las últimas elecciones municipales y departamentales, especialmente en la región Caribe. A diferencia de todos los candidatos mencionados, quienes comparten mayoritariamente una posición férrea con respecto a garantizar la implementación del Acuerdo de paz en los términos establecidos, Vargas Lleras, que expresa al establishment colombiano, ha planteado la necesidad de revisar «aspectos puntuales» que tendrían que ver con la justicia transicional o la participación política de los líderes de las antiguas FARC.

Sea como fuere, se trata de una posición mucho más beligerante con el Acuerdo de paz que, debe recordarse, ha sido blindado por la Corte Constitucional para los próximos doce años. En las críticas a este proceso se encuentra, por supuesto, el ultraconservadurismo colombiano. Este espacio es disputado por tres candidatos que dirimirán su liderazgo el 11 de marzo. Por un lado, Alejandro Ordóñez, exprocurador general, y que encarna la posición más destructiva con el Acuerdo, es apoyado por la influyente comunidad religiosa que ya votó multitudinariamente en su contra cuando se produjo el plebiscito de consulta, el pasado octubre de 2016. Por otro lado, Marta Lucía Ramírez, exministra de Defensa de Álvaro Uribe y que igualmente encarna una posición reaccionaria contra el Acuerdo, aunque más matizada que la de Ordóñez, cuenta con mayores apoyos e intención de voto dentro del electorado conservador. Pese a todo, a priori, quien tiene mayores opciones de encabezar el (ultra)conservatismo colombiano es Iván Duque, avalado por el expresidente Álvaro Uribe, y cuya capacidad de movilización electoral no puede pasarse por alto. Se trata de un ídolo de masas que, en las elecciones presidenciales pasadas, en la primera vuelta, apoyando a un candidato gris como Óscar Iván Zuluaga consiguió ganar al mismo Santos. Igualmente, fue valedor en el plebiscito de millones de votos en contra del Acuerdo. Además, es actualmente el senador más votado de la historia colombiana reciente, habiendo dejado su presidencia, aun con todos los excesos antidemocráticos de la lucha contra las FARC y el ELN, en niveles próximos al 80%.

Sobre la base de lo expuesto, la carrera presidencial pareciera ser cosa de cuatro: Gustavo Petro, Sergio Fajardo, Germán Vargas Lleras e Iván Duque (o en caso de sorpresa, Marta Lucía Ramírez). Todo lo marcará el avance de posibles coaliciones, la volatilidad electoral y la capacidad de movilización del voto en una sociedad en donde apenas vota el 50%. Descartada la posibilidad de un «frente de izquierdas» Petro/Fajardo/Humberto de la Calle, y teniendo en cuenta que el mayoritario voto conservador se organizará en torno a Vargas Lleras e Iván Duque, el progresismo, cualquiera que sea, tiene serias dificultades para llegar a la segunda vuelta con opciones de victoria. Ello, aun cuando la precariedad de la dimensión social y educativa, así como la profunda inequidad bien debieran de servir de perfecto sustrato para albergar una fórmula de cambio.

En cualquier caso, todo está por verse. Si bien las opciones más factibles hasta este momento invitarían a pensar en una segunda vuelta entre Vargas Lleras e Iván Duque, o entre Vargas Lleras y Fajardo o Petro, no debemos olvidar un aspecto fundamental: El electorado colombiano es uno de los más conservadores de la región. Esto podría redundar, como tantas otras veces, en las próximas elecciones.


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