Tema central
NUSO Nº 238 / Marzo - Abril 2012

América Latina y la economía global En diálogo con «Dialéctica de la dependencia», de Ruy Mauro Marini

El carácter sui géneris del capitalismo latinoamericano dio lugar a largas controversias que se enfocaban en sus «deformaciones» o «insuficiencias» respecto al desarrollo del capitalismo clásico. Las tesis de Ruy Marini –que parten del análisis de la integración tardía al mercado mundial de las burguesías periféricas– distinguen entre situaciones de colonialidad y situaciones de dependencia y, al mismo tiempo, buscan articular dialécticamente la cuestión nacional con la dimensión clasista dentro de cada Estado latinoamericano. \"Dialéctica de la dependencia\" es sin duda un aporte fundamental en la construcción del pensamiento crítico latinoamericano.

América Latina y la economía global  En diálogo con «Dialéctica de la dependencia», de Ruy Mauro Marini

El pensamiento social latinoamericano se enfrentó, a lo largo de su desarrollo, a un dilema que lo aprisionó y que tuvo siempre dificultad para resolver. Varias de sus vertientes privilegiaron el análisis de la inserción internacional como eje para comprender la naturaleza dependiente de las economías de la región. Otras destacaban como centrales las relaciones de clase dentro de cada país. Prácticamente no había discusión entre estas dos posiciones. Las primeras fueron catalogadas como nacionalistas, por privilegiar la «cuestión nacional» y la contradicción principal nación/imperialismo. Las otras, como clasistas, por privilegiar las contradicciones de clase. Ambas apuntaban hacia elementos sin duda reales, pero al mismo tiempo aparecían como reduccionistas; una por excluir las relaciones de clase, la otra por subestimar la inserción internacional como países capitalistas dependientes. El problema es que, más allá de aceptar que ambas dimensiones son fundamentales, se trata de establecer cuál es la relación entre ellas. Como sustrato de estas dificultades, aparecía el hecho de que las economías latinoamericanas presentan peculiaridades que a veces eran vistas como «insuficiencias» y otras como «deformaciones» frente al parámetro del modo de producción capitalista «puro», es decir, el que operaba en las economías capitalistas avanzadas. Estas peculiaridades del capitalismo dependiente conducían a lo que André Gunder Frank llamó el «desarrollo del subdesarrollo»1.

En este panorama, Ruy Mauro Marini introduce una distinción central entre la situación colonial y la situación de dependencia, y apuesta teóricamente a captar la originalidad del desarrollo latinoamericano priorizando el análisis de los mecanismos económicos de la subordinación como sustrato de los mecanismos extraeconómicos. Así, señala, no es porque se cometieron abusos en contra de las naciones no industriales que estas se volvieron económicamente débiles, sino que, porque eran débiles, se abusó de ellas.

Dialéctica de la dependencia2 es, en efecto, una dialéctica en el sentido pleno del término, porque logra una síntesis superior entre la cuestión nacional y la dimensión de la lucha de clases. La obra fue escrita en 1972, cuando Marini logró escapar de la dinámica infernal con que vivíamos los acontecimientos en el Chile de Salvador Allende, para ir a México, donde consiguió el tiempo y la calma necesarios para concluirla. El libro se transformó en uno de los más vendidos del pensamiento social latinoamericano y en una referencia para el marxismo contemporáneo en el continente y en el llamado «Tercer Mundo».

Marini construye su tesis a partir de un elemento nuclear: la integración tardía de las burguesías periféricas al mercado mundial, en condiciones inferiores para enfrentar la competencia. Esa inserción tardía hace que tengan dificultades para competir –en términos de productividad y de desarrollo tecnológico– con las burguesías de los países centrales del capitalismo. Por esa razón, las burguesías periféricas van a buscar sus ventajas comparativas en la superexplotación del trabajo, extrayendo de la clase trabajadora de sus países ganancias extras que les permitan recuperar ciertos grados de competitividad en el mercado internacional. Las burguesías nacionales disputarán así la mano de obra barata con las corporaciones multinacionales que vienen a disfrutar de las condiciones favorables en la periferia.

De esta manera, se unen a las formas tradicionales de plusvalía –absoluta y relativa– formas nuevas, disfrazadas, de superexplotación de la fuerza de trabajo. Se valen de que esta es la única mercancía que, además de multiplicar su valor, no está mecánicamente condicionada por la ley de la oferta y la demanda. Una de las características de las formaciones sociales de la periferia del capitalismo es precisamente el excedente de fuerza de trabajo, lo que favorece su devaluación, su venta por debajo de su valor. Se genera así una dinámica de inserción subordinada en el mercado internacional y formaciones sociales «deformadas».

El desarrollo del capitalismo dependiente latinoamericano se logra, en primer lugar, cumpliendo el rol de abastecedor de productos agrícolas para el mercado europeo, en fuerte expansión por la Revolución Industrial y la multiplicación de la clase trabajadora:

El fuerte incremento en la clase obrera industrial y, en general, de la población urbana ocupada en la industria y en los servicios, que se verifica en los países industriales en el siglo pasado, no hubiera podido tener lugar si estos no hubieran contado con los medios de subsistencia de origen agropecuario proporcionados en forma considerable por los países latinoamericanos.3

Pero el subcontinente latinoamericano no limitó su aporte a la producción agropecuaria. Así, continúa Marini,

no se redujo a eso la función cumplida por América Latina en el desarrollo del capitalismo: a su capacidad para crear una oferta mundial de alimentos, que aparece como condición necesaria de su inserción en la economía internacional capitalista, se agregará pronto la de contribuir a la formación de un mercado de materias primas industriales, cuya importancia crece en función del mismo desarrollo industrial.4 De este modo, el lugar de América Latina en la economía mundial trasciende la simple respuesta a los requerimientos de los procesos de acumulación en los países centrales. La periferia contribuirá así a que el eje de la acumulación en la economía industrial se desplace de la producción de la plusvalía absoluta a la plusvalía relativa. En otras palabras, Marini indica que, de esa forma, la acumulación en los países del centro del sistema pasa a depender más del aumento de la capacidad productiva del trabajo que simplemente de la explotación del trabajador, paso fundamental para el salto en la capacidad productiva del capitalismo que permitirá la llamada «Revolución Industrial». «Sin embargo –advierte Marini– el desarrollo de la producción latinoamericana, que permite a la región coadyuvar a este cambio cualitativo en los países centrales, se dará fundamentalmente con base en una mayor explotación del trabajador»5. Y apunta que es este carácter contradictorio de la dependencia latinoamericana, que determina las relaciones de producción en el conjunto del sistema capitalista, lo que debe retener nuestra atención. La oferta por parte de América Latina de productos agrícolas abundantes y baratos para el centro del capitalismo tendrá el efecto de reducir el valor real de la fuerza de trabajo en los países centrales, lo que permite a su vez que el incremento de la productividad se traduzca en cuotas de plusvalía cada vez más elevadas.

Aunque América Latina haya logrado el impulso de procesos de industrialización más o menos desarrollados en países como México, Argentina y Brasil, esas economías no se han transformado en economías industrializadas; es decir, no se ha producido una transformación «que, definiendo el carácter y el sentido de la acumulación de capital, implicara un cambio cualitativo en el desarrollo de esos países. Al contrario, la industria siguió siendo en ellos una actividad subordinada a la producción y la exportación de bienes primarios, que constituyen, estos sí, el centro vital del proceso de acumulación»6.

Fue recién entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, con el bloqueo del intercambio comercial entre las economías latinoamericanas y las del centro del sistema, cuando se desarrollaron procesos de industrialización en mayor escala en algunos países de América Latina. Así, pareció que el movimiento excéntrico de la economía exportadora comenzaba a corregirse y que se podría comenzar a transitar por procesos de industrialización parecidos a los de los países industriales clásicos. Fue el momento del auge de las ideologías desarrollistas, que proponían resolver los problemas mencionados más arriba mediante la propia aceleración del desarrollo capitalista.

Pero la industrialización en la periferia latinoamericana se dio por otras vías. Una de sus particularidades es que la compresión permanente de la economía exportadora sobre el consumo individual del trabajador (quien, a diferencia de lo que sucedía en los países centrales, no era visto al mismo tiempo como un consumidor) solamente permitió una industria débil, que solo se expandió cuando factores externos (como las crisis comerciales, por ejemplo) cerraron parcialmente el acceso de la esfera alta del consumo al comercio de importación. «La industrialización latinoamericana no crea, por lo tanto, como en las economías clásicas, su propia demanda, sino que nace para atender a una demanda preexistente y se estructurará en función de los requerimientos de mercado procedentes de los países mas avanzados»7.

Volcada hacia la fabricación de productos que no entran o entran escasamente en la composición del consumo popular, la producción industrial latinoamericana es independiente de las condiciones salariales de los trabajadores. En una primera etapa de la industrialización, ello dispensó al industrial de preocuparse por el aumento de la productividad del trabajo –para depreciar la fuerza de trabajo– y lo llevó inversamente a buscar aumentos en la plusvalía mediante la explotación intensiva y extensiva del trabajador. No obstante, llega un momento en que surge la necesidad de generalizar el consumo de manufacturas (cuando la oferta coincide a grandes rasgos con la demanda existente)8. Esto dio lugar a la ampliación del consumo de las clases medias y a los esfuerzos por aumentar la productividad, especialmente echando mano a la tecnología extranjera (incluyendo inversiones extranjeras directas en la industria). Este proceso fue favorecido, a su vez, por el desarrollo de las industrias de bienes de capital en los países centrales y por la reducción del plazo de reposición del capital en los países desarrollados, que planteó la necesidad de exportar a la periferia equipos y maquinaria obsoletos antes de haber sido completamente amortizados. En palabras de Marini, La industrialización latinoamericana corresponde así a una nueva división internacional del trabajo, en cuyo marco se transfieren a los países dependientes etapas inferiores de la producción industrial (obsérvese que la siderurgia, que correspondía a un signo distintivo de la economía industrial clásica, se ha generalizado al punto que países como Brasil ya exportan acero), reservándose a los centros imperialistas las etapas más avanzadas (como la producción de computadoras y la industria electrónica pesada en general, la explotación de nuevas fuentes de energía, como las de origen nuclear, etc.) y el monopolio de la tecnología correspondiente.9

Desde la publicación de Dialéctica de la dependencia, que renovó la teoría social latinoamericana y revigorizó el marxismo continental, los fenómenos apuntados por Marini se han reactualizado y extendido a otras regiones del mundo, a otras regiones no solo periféricas sino del centro mismo del capitalismo. La globalización del mercado de trabajo promovida por las políticas neoliberales ha extendido la superexplotación del trabajo a los propios países centrales. La desterritorialización de las inversiones, pero también la extensión del trabajo de los inmigrantes, han reproducido la superexplotación en países del centro, como elemento esencial de la extracción de la plusvalía y de los procesos de acumulación de capital en la era neoliberal. Y en este marco, las reflexiones de la obra de Marini, 40 años después, siguen demostrando su valor para analizar los avances, las inercias y los desafíos del actual contexto de cambio latinoamericano.

  • 1.

    «Latinoamérica: subdesarrollo capitalista o revolución socialista» en Pensamiento Crítico No 13, 1968.

  • 2.

    Era, México, 1973. El libro de Marini fue reeditado por Clacso dentro de la antología América Latina: dependencia y globalización.

  • 3.

    Ob. cit., pp. 20-21.

  • 4.

    Ibíd., pp. 21-22.

  • 5.

    Ibíd., p. 23.

  • 6.

    Ibíd., p. 56.

  • 7.

    Ibíd., p. 62.

  • 8.

    En Argentina y Brasil, esto ocurrió en las décadas de 1940 y 1950.

  • 9.

    Ibíd., pp. 68-69.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 238, Marzo - Abril 2012, ISSN: 0251-3552


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