Opinión
septiembre 2016

¿El repliegue de la alfombra de bienvenida alemana?

A medida que la «cultura de la bienvenida» de Alemania se aleja por el horizonte, el barco populista parece ir ganando velocidad. La extrema derecha gana fuerza con un discurso que enfatiza la oposición a la llegada de refugiados

¿El repliegue de la alfombra de bienvenida alemana?

Este ha sido el verano del descontento en Berlín. Hace exactamente un año, la recta decisión de la canciller Angela Merkel de abrir las fronteras de Alemania a los refugiados que se encontraban varados en Hungría impresionó a millones de personas en todo el mundo. Al ver a alemanes comunes y corrientes que acudían en masa a las estaciones de tren y puestos fronterizos para dar la bienvenida a gente que buscaba refugio de la guerra, el sufrimiento y la miseria, la «cultura de la bienvenida» de Alemania fue para muchos un ejemplo de humanitarismo realmente inspirador.

Ha pasado un año y la marea ha cambiado de dirección (sobre todo, para Merkel, que lleva ya 11 años en el cargo). Su lema «Wir schaffen das» («Lo podemos hacer») inspiró a miles de voluntarios a abrir sus corazones (y, a menudo, sus hogares) a los refugiados. Sin embargo, hoy su resuelto optimismo se enfrenta a un fuerte contragolpe político.

Las elecciones del domingo en el estado originario de Merkel, Mecklemburgo-Pomerania Occidental (que muchos veían como una muestra de cara a las elecciones generales de septiembre de 2017) resultaron devastadorores para su Unión Demócrata Cristiana (CDU). Si bien todos los partidos políticos tradicionales sufrieron importantes pérdidas, el ultraderechista Alternative für Deutschland (AfD) acabó en el segundo lugar, con un inaudito 21% de los votos que relegó a la CDU al tercer lugar.

El resultado de Mecklemburgo no es aislado. En marzo, la AfD, fundada en 2013 como un partido euroescéptico crítico al rescate de Grecia, estremeció al país al acabar segunda o tercera en las elecciones regionales de tres estados alemanes. La posición alemana ante la crisis de los refugiados ha convertido a la AfD en un acérrimo movimiento antiinmigración y antimusulmán que recibe el apoyo de votantes desilusionados de todo el espectro político.

Las actuales encuestas nacionales sitúan el apoyo a AfD en un 15%, lo que lo convierte en el segundo mayor partido de Alemania del este y la tercera fuerza política nacional. En este contexto, las elecciones regionales de Berlín, que se realizarán en dos semanas, están generando una creciente inquietud en la coalición gobernante, formada por la centroderechista CDU y los socialdemócratas de centroizquierda.

Según encuestas recientes, la «gran coalición» de estos dos partidos es solo grande de nombre. Su apoyo público está por debajo de 50% y hay muchas especulaciones sobre si Merkel intentará ser reelecta como candidata de su partido para un próximo periodo.

Es evidente que el descontento público con la postura de Alemania ante la actual crisis de los refugiados es la raíz del fenómeno. Muchos alemanes siguen siendo partidarios de un enfoque compasivo hacia los refugiados, pero en gran medida el entusiasmo ha dado paso al escepticismo, la rabia y la polarización. Después de un controvertido acuerdo de la Unión Europea con Turquía para mantener fuera a los refugiados, muchos alemanes se preguntan si los costos políticos y morales de tratar con un líder turco cada vez más autocrático son demasiado altos.

Más aún, la desilusión generalizada surge del contraste entre las aspiraciones y los aspectos prácticos. Para muchos, es incuestionable que la cálida acogida de Alemania a los refugiados era sincera. Para otros, era una oportunidad de abrazar una identidad posnacionalista y superar el peso del pasado. Pero nunca estuvo enteramente libre de interés propio. En especial, a la «cultura de la bienvenida» se basaba al menos en parte en los beneficios económicos y demográficos que se esperaban de ella.

En el verano de 2015, numerosos líderes empresariales alemanes señalaron las ventajas de largo plazo de abrir las fronteras para superar la persistente carencia de trabajadores calificados. Pero «largo plazo» significa precisamente eso, y los beneficios que pueda conllevar todavía han de materializarse. Un informe reciente apunta a un hecho que da que pensar: al día de hoy, las 30 principales compañías que transan en la Bolsa de Valores de Frankfurt han dado empleo a apenas 54 refugiados.

De manera similar, se está haciendo evidente el impacto cultural de absorber un influjo de refugiados a esta escala. Si bien muchos lo vieron como un cambio hacia un país más pluralista y con mayor diversidad cultural, el acoso masivo a mujeres en Colonia la noche de Año Nuevo fue un punto de inflexión para la opinión pública. La ola terrorista de inspiración islámica de este verano contribuyó a una mayor sensación de inseguridad y escepticismo sobre los retos de integrar a cientos de miles de musulmanes (a pesar de que muchos de ellos sean sobrevivientes del terrorismo islámico).

La clase política alemana ha comenzado a cambiar de rumbo como respuesta. La semana pasada, Merkel aseguró a la junta directiva de la CDU que la crisis de los refugiados de 2015 no se repetiría y que «en los próximos meses, lo más importante será devolver refugiados». El domingo, el ministro del Interior germano Thomas de Maizière anunció una propuesta de «enviar refugiados de vuelta a Grecia».

Ya en febrero pasado el Bundestag aprobó cambiar las benignas leyes de asilo de Alemania, suspendiendo así la reunificación familiar de los refugiados, reduciendo los beneficios mensuales en dinero, facilitando la deportación de los solicitantes de asilo a los que les fuera negado y designando a Argelia, Marruecos y Túnez como países de origen seguro. Finalmente, en julio el Bundestag promulgó una polémica ley que amenaza con reducir los beneficios sociales a los solicitantes de asilo que se rehúsen a tomar «cursos de integración».

Últimamente el centro del debate ha pasado a ser la lealtad de los alemanes de origen turco y la prohibición de tener todo el rostro y el cuerpo cubiertos en lugares públicos, idea respaldada en las encuestas de opinión por más de 80% de los alemanes.

Si bien quizás era inevitable el notorio cambio de rumbo de Alemania con respecto a su política de fronteras y brazos abiertos, está por verse si las últimas medidas del gobierno restarán impulso a la extrema derecha. A medida que la «cultura de la bienvenida» de Alemania se aleja por el horizonte, el barco populista parece ir ganando velocidad.


Fuente: Project Syndicate

Traducción: David Meléndez Tormen


En este artículo


Newsletter

Suscribase al newsletter