Opinión
noviembre 2016

Chile: El silencio de las urnas

Los resultados de las pasadas elecciones municipales modifican el panorama de la izquierda chilena. La Nueva Mayoría rearma estrategias mientras nuevos sectores crecen por fuera de su marco político.

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Chile: El silencio de las urnas

El 23 de octubre se realizaron las elecciones municipales en Chile. Solo concurrió a votar el 35% de los electores en un país con voto voluntario, inscripción automática (desde 2010) y un universo electoral de 7 millones. La democracia, por ende, está herida: la baja concurrencia y la abstención marcan un panorama de desafección política.

La Nueva Mayoría (NM), la coalición progresista que hoy lidera el gobierno nacional, logró 141 alcaldes mientras que la alianza de derechas Chile Vamos (ChV) alcanzó 144, retrocediendo los primeros en 18 alcaldes respecto de las elecciones 2012. En cuanto al número de concejales, la derecha obtuvo 915 (bajando 52), en tanto la Nueva Mayoría subió 40 al elegir 1.208. Un dato novedoso es que las fuerzas políticas que se manifiestan fuera de ambos bloques, lograron un 25% de la votación en las listas de alcaldes y consiguieron hacerse de varias alcaldías. Sin embargo, los resultados no los favorecieron en el nivel de las concejalías.

Respecto del total de votos según los partidos, la suma para ambas coaliciones arroja más votos para la derechista Chile Vamos (38,4%) que para la NM (37,0%). Además, el número de personas gobernadas por municipios de derecha es mayor al de la NM. La coalición de centro-izquierda fue superada en la votación total, en alcaldes electos y en el tipo de municipios perdidos (municipios con alta significación política, como los de Santiago, Providencia y Valparaíso), por lo que la derecha se presentó como la triunfadora de la jornada. Esto la coloca en un posible camino al gobierno nacional. Mientras tanto, la centro-izquierda asumió que se encuentra ante un estrepitoso fracaso.

La lucha por las interpretaciones

Entre los factores que incidieron en el resultado electoral hay al menos tres que merecen especial atención.

1) el proyecto de reformas del gobierno de Michelle Bachelet, que se encontraba sometido al fuego cruzado desde la oposición, así como de aquellos que dentro de la coalición criticaban su radicalidad sin diálogo con la derecha. También la izquierda lo cuestionaba afirmando que el carácter de las reformas era ambiguo.

2) el inicio de la lucha por la candidatura presidencial del 2017, que configuraba los liderazgos y marcaba las potenciales tendencias del electorado

3) el cuestionamiento a la dirigencia política, las instituciones y la elite del país por las denuncias de corrupción, abusos y cohecho que se están investigando.

A este contexto se suman las disputas al interior de los bloques políticos, respecto de los liderazgos y de los proyectos que deberían impulsarse en el país.

El mal resultado electoral no se explica simplemente por las divisiones partidistas en algunas comunas o por la selección de malos candidatos, sino que es el efecto de un tipo de relación construida con la sociedad en el desarrollo de las reformas estructurales que el gobierno había comprometido con amplio respaldo en las elecciones presidenciales del 2013.

La situación de la Nueva Mayoría

Los discursos desplegados al interior de la NM avizoran políticas y miradas diferentes de cara al futuro. Algunos convocan al regreso del «espíritu concertacionista», mientras que otros expresan la «frustración de las reformas prometidas». Otros, ya solicitan la conformación de un «frente amplio de izquierda»

El primer discurso, que apela a la recuperación del espíritu de la Concertación, cuenta con diversas tesis que merecen ser mensuradas.

1) la derrota electoral constituye una catástrofe pero responde más a la política del gobierno que a la acción de los partidos

2) es el fracaso del programa de reformas impulsadas por el gobierno, por su carácter «refundacional» del modelo de crecimiento, de las políticas sociales universalizantes y de una cierta cultura anti-individualista

3) es la demostración que la estrategia «post consensual» de confrontación con la derecha, fue un error

4) demuestra que es preciso asegurar un regreso a lo que ellos consideran la «sensatez», para lo cual se debe consolidar una nueva coalición de «centro izquierda» sin el Partido Comunista. Esto daría lugar a un gobierno del orden que «renueve sectores en ebullición» tales como la educación, salud, previsión y seguridad.

Desde el otro modelo interpretativo, que refiere a la frustración por el fracaso de las reformas prometidas, hay más contradicciones e incoherencias. Los debates abren grietas en la NM. Para este sector la derrota electoral tiene las siguientes explicaciones y caracterizaciones.

1) no reviste un carácter catastrófico y es responsabilidad de los partidos más que del gobierno al no haber defendido las reformas

2) es una derrota producto de la resistencia abierta de la derecha que contó con aliados internos en la NM

3) la desprolijidad del gobierno jugó en contra de los resultados, mostrando poca capacidad de gestión política y convicción

4) las reformas deben ser sostenidas en el siguiente período presidencial, generando mecanismos democráticos de selección de candidatos parlamentarios y primarias presidenciales apoyando a un liderazgo que asegure la continuidad política del esfuerzo reformista. Este sector mantiene su crítica al modelo neoliberal, promoviendo una estrategia que tiene como centro derrotar las desigualdades a través del parlamento.

La tercera forma de «interpretación confrontacional» es la que presenta ahora un resultado concreto: la elección de Jorge Sharp como Alcalde de Valparaíso –ciudad puerto emblemática del país–. Sharp, un joven abogado de 31 años, militante del «movimiento autonomista», una izquierda emergente de las luchas estudiantiles del 2011, propone otra manera de entender el espacio. En Valparaíso se reflejó el descontento social contra la corrupción municipal, la ineptitud de su gestión, la desigualdad en el progreso y la pobreza de los cerros. Pero también mostró el grado de irrealidad en la que viven los dos bloques políticos: la derecha, al presentar a la reelección al Alcalde (un personaje ampliamente criticado por su ineficiencia y trato discriminatorio hacia el mundo popular), y la NM al llevar como candidato a un personaje de los realities televisivos, muy popular en los cerros de la ciudad pero sin preparación para gobernar ese complejo municipio. Se reiteró que el resultado, la derrota de ambos bloques, es producto de un mal diagnóstico sobre la sociedad, que los lleva a decisiones políticas erradas.

El modelo interpretativo de este sector se fundamenta en la existencia de un espacio político de desarrollo para una alternativa a los dos bloques tradicionales, que se puede expresar en un «frente amplio de izquierda», que agrupe la dispersión de este sector detrás de un programa y un candidato definidos a través de métodos participativos y democráticos, como lo fue el proceso en Valparaíso. El espacio parece existir en tanto la votación de alcaldes electos por fuera de los bloques se empinó al 25% (aunque no ocurrió lo mismo a nivel de concejales donde no llegaron al 15 %). Este sector evalúa que:

1) la crisis del sistema político y los partidos se resuelve con la politización de la ciudadanía, convocándola a participar de las decisiones

2) que el fracaso del gobierno se debe a su incapacidad para apoyarse en el mundo social y llevar a cabo las reformas estructurales que había comprometido

3) que la coalición de centro-izquierda se mostró incapaz de reformar el modelo económico que muestra sus limitaciones para un ciclo que supere el extractivismo

4) que es factible construir políticamente lo que socialmente se verifica como descontento con la desigualdad y las restricciones democráticas, impulsando una alternativa similar a un «frente amplio de izquierda».

Los escenarios posibles

Luego del resultado municipal, los hechos se han acelerado, pues el cuadro se ordena en torno a las elecciones presidenciales de fines del 2017, ante un gobierno muy debilitado que solo puede a aspirar a cumplir su mandato con algunas reformas importantes cumplidas. Ya nada volverá a ser como antes y la realidad de la política se vuelve impredecible.

El gobierno ha perdido protagonismo y fuerza en el parlamento, vaticinando un mayor control sobre él desde los partidos de la NM. La renuncia de la presidenta del PS, Isabel Allende, a competir en primarias del PS contra Ricardo Lagos, ha dejado a éste como virtual candidato del eje Partido por la Democracia (PPD)-Partido Socialista (PS), y como el candidato del orden y la transformación gradual con apoyo de importantes sectores empresariales. A Lagos le resta subordinar a quienes desde la NM puedan alentar la continuidad de las reformas estructurales y la estrategia de confrontación con la derecha, cuyos potenciales candidatos serían desde el PS Fernando Atria o, desde el pequeño Partido Radical (PR), el senador independiente Alejandro Guiller.

La Democracia Cristiana (DC) tendrá problemas en apoyar a Lagos, pero el realismo político augura que terminará haciéndolo. Difícilmente podrá ir a una primera vuelta y ganarle, corriendo el riesgo de verse disminuida en parlamentarios y pactando en la segunda vuelta con escasa fuerza. De competir, implicaría que la DC buscará ser el eje de un «nuevo centro-centro», que negocie con cualquier gobierno de turno. Este paso conllevaría importantes quiebres internos.

En el PS, solo una definición democrática de sus bases respecto de candidato puede impedir una nueva escisión, lo que implica poner en la disyuntiva el mantener el eje DC-PS, con clara subordinación a aquella y frenar las reformas estructurales, o apoyar al emergente candidato de la Izquierda Socialista, Fernando Atria –impulsor de la Asamblea Constituyente y de la superación del modelo neoliberal–. Eso implicaría reconstituir una alianza de izquierdas, para pactar con el centro político (DC) un programa de reformas. En este escenario, el Partido Comunista, recién ingresado a la NM en el 2013, tendrá serios problemas para definir si se queda con Lagos subordinado al peso de la DC o se incorpora a la iniciativa fraguada previamente sin ellos del «frente amplio de izquierda».

Una fórmula que conduce a canalizar las tensiones de la NM, pero que incrementa la incertidumbre del resultado, es el que se realicen primarias abiertas entre Ricardo Lagos (PPD), Ignacio Walker o Carolina Goic (DC), Alejandro Guiller (PR) y Fernando Atria (PS). Este proceso pondría en debate los diagnósticos, balances y propuestas de las fuerzas que han gobernado.

Serán meses frenéticos para articular alternativas. Por último, el partido progresista (PRO) de Marco Enriquez-Ominami, sacó solo 1,9%, lo que, sumado a los juicios en su contra por el financiamiento de empresas ligadas al ex yerno de Pinochet, lo han dejado con escasísimas posibilidades de obtener un respaldo popular significativo, de presentarse nuevamente de candidato presidencial y sin el apoyo de la izquierda emergente.

La disyuntiva

Aún es temprano para prever el escenario presidencial pero lo que indican las tendencias en curso es que de imponerse Ricardo Lagos como candidato en los principales partidos de la NM (PDC, PPD, PS) tendrá una clara orientación regresiva respecto de los intentos de reformas estructurales, con mayor disciplinamiento parlamentario y un liderazgo más autoritario. A cambio, puede generar más eficiencia en la gestión pública así como técnica legislativa y apoyo transversal en lo político, junto a una importante polarización social. Con un programa orientado al crecimiento económico, la modernización del Estado y una mayor inclusión, intentará recomponer el sistema político y reconectarlo con la ciudadanía.

En el otro campo, las fuerzas de izquierda emergentes, fortalecidas por su desempeño electoral en Valparaíso, tendrán que vencer la cultura de la fragmentación. En este sentido, tendrán que abordar su discurso moral, surgido ante el cuadro de denuncias de corrupción. El desafío de este sector será vencer su doctrinarismo, la escasa construcción organizativa en la base social y abrirse a aceptar la diversidad de miradas que existen sobre la democracia y la lucha contra la sociedad neoliberal.

La superación de la abstención será una de las tareas colectivas más importantes. Allí permanece un electorado que puede nuevamente castigar al sistema político o decidirse a darle un apoyo a un candidato que logre movilizarlos y expresar su malestar y sentido de futuro. Una elección entre Lagos y Piñera puede, en estas condiciones, aumentar la abstención.



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