Opinión
marzo 2017

Apuntes para la segunda vuelta ecuatoriana

Aunque la distancia que separa a Lenin Moreno de Guillermo Lasso le da una obvia ventaja inicial para la segunda vuelta, su margen de maniobra es pequeño. Nadie quiere hacer predicciones pero todos ven un resultado ajustado en la segunda vuelta electoral en Ecuador.

<p>Apuntes para la segunda vuelta ecuatoriana</p>

Los resultados de las elecciones presidenciales y parlamentarias del 19 de febrero obligarán, por primera vez desde 2006, a una segunda vuelta en las elecciones presidenciales. La crisis económica pasó una pesada factura a Alianza País, que perdió 18 puntos entre 2013 y 2017 (bajó del 57% al 39%). Tres constataciones gruesas pueden hacerse sobre la votación oficialista: primero, se consolidó el desplazamiento de su voto hacia la Costa, que se mantuvo en el 56% de su votación total mientras la Sierra cayó un punto para situarse en el 39%. Segundo, el voto «en plancha» por los candidatos oficialistas al parlamento alcanzó niveles alucinantes. Mientras en la elección de 2013 hubo una diferencia de 5% entre el voto presidencial y el parlamentario, en la elección actual no hubo diferencia alguna. Casi en todas las provincias, tanto para asambleístas nacionales como provinciales, la votación es idéntica, lo que indica que se trata de un «voto duro» virtualmente absoluto. Ese voto le permite tener mayoría en la Asamblea Nacional gracias a un método de asignación de escaños que margina las minorías. Tercero, la peor votación del oficialismo se concentró en la Sierra central y la Amazonía del centro y del sur, no solo las áreas de mayor población indígena sino las zonas más empobrecidas del país.

La interpretación de semejantes resultados es mixta. Aunque la caída fue grande, Alianza País estuvo muy cerca de lograr una victoria electoral en primera vuelta (40% con 10 puntos de distancia sobre el segundo), lo que puede considerarse un mérito tras 10 años en el gobierno. La mayor votación costeña se explica bien por la tendencia de Alianza País a capturar mejor y más fácilmente un voto más conservador pero también por el hecho de haber invertido un año de esfuerzos en la reconstrucción de la región devastada por el terremoto del año pasado. El esfuerzo combinado de dos candidatos conservadores fuertes en la Costa, Guillermo Lasso y Cynthia Viteri, no le restó suficiente adhesión regional. La consistencia inaudita del voto refleja la capacidad de conservar un amplio electorado leal a toda prueba. Es una fortaleza pero también arroja sombras sobre el futuro de una estrategia electoral defensiva centrada en la reivindicación de los 10 años de gobierno que no pudo atraer un electorado «blando» y menos férreamente convencido.

El electorado de Guillermo Lasso (28%) es mucho menos consistente. Se benefició claramente de la polarización electoral. En los últimos días sus números, dramáticamente estancados a lo largo de la carrera electoral, crecieron meteóricamente. Igual que en 2013, capturó al votante serrano (y ahora amazónico) que difícilmente votaría por él si no fuera porque aparece como el candidato con mayores posibilidades entre las opciones de la oposición. En todo caso, su programa buscó acercarse conscientemente al electorado que Alianza País despreció: ha prometido dejar en tierra el petróleo del Yasuní, volver vinculante (es decir, obligatorio) el resultado de las consultas a las poblaciones afectadas por las actividades mineras, permitir el libre ingreso a las universidades y cesar la persecución judicial a quienes protestan en las calles. Su promesa central de lograr la creación de un millón de empleos en cuatro años mediante la reducción de tres mil millones de dólares en impuestos fue retomada parcial o totalmente, de formas variadas, por casi todos los candidatos aunque nadie lo hizo en números tan abultados. Es probable que sus electores no tomen muy en serio las matemáticas de sus ofrecimientos, pero la tendencia de las intenciones que expresa es clara: reducción del Estado y aumento del peso de la iniciativa empresarial.

Ni Cynthia Viteri (16%) pudo ganar fuera de las provincias del Guayas y Los Ríos, en la Costa central, para arrebatar el segundo lugar a Lasso, ni Paco Moncayo (6,7%) pudo ofrecer una alternativa electoralmente viable a la centro izquierda. El resto de candidatos obtuvo en conjunto una votación cercana al 10% del electorado que será central en los números de la segunda vuelta. Solo Iván Espinel (3,2%) ha anunciado su apoyo a Lenin Moreno. Paco Moncayo ha declarado que no votará por ninguno de los dos finalistas mientras que sus principales aliados, la CONAIE y Unidad Popular solo han reiterado que están en contra del correísmo pero no se pronuncian a favor de Guillermo Lasso. Todos los demás candidatos anunciaron su apoyo a Lasso.

Al margen de las posturas de los dirigentes, ¿qué podemos esperar en la segunda vuelta el 2 de abril? El pronostico es reservado y el resultado será seguramente muy apretado. Aunque la distancia que separa a Lenin Moreno de Guillermo Lasso le da una obvia ventaja inicial, su margen de maniobra es pequeño. Es probable que su estrategia electoral se centre en ofrecimientos concretos, obras precisas y programas de subsidios. No es rentable ahora hacer declaraciones ideológicas tardías a una población que no confió en ninguno de los finalistas.

Sin embargo, hay ahora un pequeño detalle ideológico que podría costar muy caro a la candidatura oficial. En un evidente intento de acercarse a los votantes de Paco Moncayo, Rafael Correa realizó un análisis de los resultados en el que afirmó que la izquierda había traicionado al general Moncayo votando por Lasso. Por ello, añadió, su votación era «socialdemócrata pura», es decir, no contaminada de infantilismo, y, por tanto, muy cercana a Alianza País. Parece un análisis forzado, basado solo en las provincias amazónicas afectadas por la minería que votaron abrumadamente por Lasso contra el gobierno. Sin duda, una parte del electorado de Moncayo votará nulo o por Moreno pero el voto de la izquierda, que ha fluctuado entre el 2% y el 5% entre 2006 y 2017, ahora puede resultar vital. En un universo paralelo, donde el gobierno no se hubiera ensañado por diez años en una persecución sistemática a la izquierda y en una negativa terminante a la negociación, ese electorado pequeño pero ideológico y relativamente disciplinado, podría haber votado por el gobierno. Pero en este universo, esa pequeña factura, tan minimizada en estos años, puede significar la derrota.



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